Por Julio Yovera B.
Experiencia de Vida
En 1910 César Vallejo deja Santiago de Chuco y va a Trujillo con el propósito de estudiar en la Universidad Nacional. Se inscribe en la Facultad de Letras. Al año siguiente, con la intención de estudiar medicina, se traslada a la capital, mas, tiene que posponer su propósito y ejerce la docencia particular en Huanuco.
Entre los años 1913 y 1918 es docente en Trujillo y Lima: Centro Escolar de Varones, Colegio San Juan, Colegio Barrós y Colegio Nuestra Señora de Guadalupe; además, trabaja como empleado en la Hacienda Roma (1912). Tiene la oportunidad de conocer in situ las denigrantes condiciones de vida de los pobres.
Vallejo mira aterrado la miseria espantosa de los peones a quienes los terratenientes en complicidad con los capataces – como lo narra con la autoridad que le reconocemos a Georgette de Vallejo en su libro Allá ellos, allá ellos, allá ellos… - les dan aguardiente a crédito con el propósito de endeudarlos de por vida.
De manera que su condición de simple fuerza de trabajo y de parias acaba con la muerte. No es diferente la situación de los trabajadores mineros de Quiruvilca que Vallejo también llega a conocer porque fue empleado de dicha empresa; ya en Europa aflorarán como insumos de su vigente novela El Tungsteno.
Las experiencias de vida, Vallejo la guardará para siempre en su mundo interior. Entiende que la explotación no sólo es económica, sino también un acto de degradación y deshumanización. Por lo demás, ésta forma de explotación es una práctica institucionalizada y transversal en el viejo orden oligárquico, en el “moderno” orden capitalista y aún en la “post modernidad” de estos tiempos.
Sociedad y poesía
El joven Vallejo, en Trujillo, conoce a la gente del pueblo y capta en el espíritu de los pobladores de Mansiche y Huanchaco las huellas de un pasado definitivamente grandioso, que lo anima a convertirse en su voz y en su heraldo. De ello nos habla en primer libro de poesía (Los Heraldos Negros), que aparece en 1919.
“En los paisajes de Mansiche labra
Imperiales nostalgias el crepúsculo;
Y lábrase la raza en mi palabra,
Como estrella de sangre a flor de músculo”
Percibe también el peso del poder oligárquico ante el cual el poeta se muestra rebelde, al extremo de expresar su voluntad santa de arrancarle a los que todos tienen para que haya perfecta armonía, y así crear las condiciones para la resurrección de la justicia.
“Y saquear a los ricos sus viñedos
Con las dos manos santas
Que a un golpe de luz
Volaron desclavadas de la Cruz”
Estos hechos no pasan desapercibidos para César Vallejo, quien además de poseer una inteligencia abierta, tiende a sentirse solidario con los humildes y por eso expresa de manera persistente:
“Y hasta cuándo nos veremos con los demás, al borde
De una mañana eterna, desayunados todos,
Hasta cuando este valle de lágrimas, a donde
Yo nunca dije que me trajeran”
Docencia de Vallejo
Cuando hacemos la valoración de Vallejo docente lo que pretendemos es subrayar, primero, su experiencia de vida; segundo, su coherencia y toma de posición que lo compromete a buscar la transformación de esa realidad; y, tercero, su experiencia no sólo dentro del aula, que no fue poca, sino también su capacidad para hacer docencia como escritor y como periodista.
El Vallejo que conoció Ciro Alegría
En el año 1917 Vallejo es docente (en aquel tiempo la denominación común era: “preceptor”) en el Colegio “San Juan” de Trujillo. Uno de sus alumnos fue Ciro Alegría Bazán (1909 – 1967), quien con el paso de los años llegaría a hacer suya la lucha de los pobres de un mundo bien ancho pero asimismo ajeno. De hecho, el maestro César Vallejo tuvo mucho que ver con la opción de vida que asumiría su alumno años después.
A Ciro Alegría debemos la descripción fotográfica y espiritual más exacta del joven César Vallejo; si bien hecha con emoción y admiración también con rigor y objetividad. Vallejo desde joven tuvo su áurea no de santo sino de poeta. Su imagen y hasta sus gestos se hicieron imborrables en quienes detrás de una carpeta lo vieron en su rol de docente.
Leamos:
“Junto a la puerta estaba parado César Vallejo. Magro, cetrino, casi hierático, me pareció un árbol deshojado. Su traje era oscuro como su piel oscura. Por primera vez vi el intenso brillo de sus ojos cuando se inclinó a preguntarme, con una tierna atención, mi nombre.”
Ese hombre al que algunos han descrito como de rostro duro y pétreo trasmitía fuerza pero además inspiraba admiración; y es que en el aula era una solemnidad y una personalidad que impactaba:
“Aún recuerdo la sensación que me produjo su mano fría, grande y nudosa, apretando mi pequeña mano tímida y huidiza debido al azoro.
De hecho, no todos sus alumnos se sentían impactados pero los elegidos, como Ciro Alegría, eran capaces de descubrir detalles como éste:
“Él sonrió dejando ver unos dientes blanquísimos y luego me condujo hasta la puerta.”
El autor de “La serpiente de oro” recuerda las palabras cariñosas de su maestro Vallejo, quien mostraba preocupación por cada uno los niños de su aula. Esta conducta debe ser un ejemplo para los docentes de hoy, muchos de los cuales jamás dan muestras de un mínimo interés por aquellos a quienes se deben profesionalmente.
-¿Por qué te pusiste a caminar? ¿Te encontraste solo? Un niñito como tú no debe irse lejos de su salón ni de su patio... Este colegio es muy grande... ¿Estás triste?”
En Vallejo no hay nada de convencionalismo. Ni en sus gestos ni su vestimenta. La sinceridad del hombre auténtico, más aún, del poeta auténtico se da en toda circunstancia, y no deja que se le imponga yugos. Por eso, Vallejo se muestra irreverente. Ciro Alegría retrayendo recuerdos de tiempos que mantuvo vívido en su memoria, dice:
“ Me di cuenta de que el profesor no se recortaba el pelo como todos los hombres, sino que usaba una gran melena lacia, abundante, nigérrima. Sin saber a qué atribuirlo, pregunté en voz baja a mi compañero de banco: "¿Y por qué tiene el pelo así?". "Poeta es poeta", me cuchicheó”.
Y he aquí que se revela como una anunciación la personalidad del docente César Vallejo. Ya no es solamente el poeta, es el docente poeta o el docente puro que hace milagros con todo su ser para producir aprendizaje entre sus alumnos.
“La personalidad de Vallejo se me antojó un tanto misteriosa y comencé a hacerme muchas preguntas que no podía contestar. Él había de sacarme de mi perplejidad dando, con la regla, dos golpecitos en la mesa. Era su modo de pedir atención. Anunció que iba a dictar la clase de geografía y, engarfiando los dedos para simular con sus flacas y morenas manos la forma de la tierra, comenzó a decir:”
“-Niñosh... la Tierra esh redonda como una naranja... Eshta mishma Tierra en que vivimos y vemos como shi fuera plana, esh redonda.”
Y continúa:
“Hablaba lentamente, silbando en forma peculiar las eses, que así suelen pronunciarlas los naturales de Santiago de Chuco, hasta el punto en que por tal característica son reconocidos por los moradores de las otras provincias de la región.”
”Se levantó después para dibujar la Tierra en el pizarrón y durante toda la clase nos repitió que era redonda, no siendo eso lo único sorprendente sino también que giraba sobre sí misma. Dio como pruebas las de la salida y puesta del sol, la forma en que aparecen y desaparecen los barcos en el mar y otras más. Yo estaba sencillamente maravillado, tanto de que este mundo en el cual vivimos fuera redondo y girara sobre sí mismo, como de lo mucho que sabía mi profesor. Cuando la campana sonó anunciando el recreo, César Vallejo se limpió la tiza que blanqueaba sobre una de sus mangas, se alisó la melena haciendo correr entre ella los garfios de sus dedos, y salió. Fue a pararse de nuevo junto a la puerta y estuvo allí haciendo como que conversaba con los otros profesores. Digo esto porque tenía un aire muy distraído.”
Percibimos aquí una de sus más trascendentes y destacadas cualidades. Cuando Vallejo, después de ir al encuentro de la “sociedad del porvenir” como él le llamó a la ex Unión Soviética; cuando estuvo en el seno de la guerra civil española, cuando estuvo en París, jamás negó ni escondió su condición de peruano y de andino. Por eso entre los sectores que trabajan cultura y educación hay consenso en la aceptación de que el aporte de Vallejo son componentes espirituales de la identidad nacional y por tanto sustantivos en un Proyecto Nacional de Educación y en un Proyecto Nacional de Desarrollo.
Es verdad que el poeta en el aula no tiene la aceptación entusiasta y unánime de sus alumnos. Ningún docente, ningún hombre, la tiene, más si es un poeta, y más si es un poeta que toma posición abierta por los que sufren.
Desde un comienzo Vallejo va a encontrarse con personas que le brindan sus enconos, sus desamores y sus odios más biliosos y atormentados. El más conocido de su juventud es el que recibe de don Clemente Palma, quien lo invitara a hacerle un favor al pueblo trujillano tirándose a las rieles del tranvía. En honor a la verdad, no fue el único; hubo muchos Clemente Palma después.
“En Trujillo, Vallejo tenía detractores tenaces así como partidarios acérrimos. En casa, como en todas las de la ciudad, las opiniones estaban divididas”
Ciro Alegría describe con éxito la figura del maestro de aula César Vallejo. Si reparemos el momento del desfile cívico, la gente al verlo exclama: “¡Ahí va Vallejo!”. Es identificable por donde va. Desde sus años mozos, su semblante y su figura sobresale entre la multitud.
“No me cabía duda de que ese hombre extraño era un gran artista, aunque a nadie hubiera podido explicarle bien por qué lo creía. Esta ocasión llegó una tarde, antes de clase. Uno de mis compañeros manifestó que su padre afirmaba que Vallejo no era nadie, ni siquiera como poeta. Mi madre me había dicho que honrara y respetara a los maestros, porque su tarea es muy noble, y le reproché:”
”-¿Y qué? Es profesor y eso es bueno...”
“-¿Crees que ser profesor es una gran cosa? Y todavía ser el último profesor de un colegio, el de primer año... Un "muerto de hambre"...
Asimismo, el testimonio nos da a conocer los desprecios de los sectores sociales poderosos contra el maestro César Vallejo. Los alumnos que provienen de las familias acomodadas traen al aula los comentarios que escuchan en sus casas, sin ningún recato lo llaman “muerto de hambre”.
De hecho, el desprecio de estos sectores contra el profesor y poeta Vallejo es la expresión del desprecio que sienten los grupos de poder contra los maestros en general.
Recién comencé a darme cuenta del desdén con que se mira a los profesores en el Perú. El chico que hablaba era miembro de una de las grandes familias de la ciudad, e hijo de un médico famoso. Estaba muy pagado de todo ello y, para terminar de apabullar al pobre profesor, dijo:”
“-Ni siquiera como poeta sirve... mejor es Chocano. Es lo que dice mi padre, que sabe lo que habla.”
“Al recordarlo, siempre tuve la impresión de que estaría haciendo un duro camino de artista y hombre cargado de penas y distancias.”
El testimonio refiere el mundo interior del poeta. “Sus ojos oscuros brillaban como si hubieran lágrimas en ellos”. “Nunca he visto un hombre que pareciera más triste”.
Vallejo encarna la trayectoria de vida de una parte de la humanidad que construye su futuro y que al ser sometida pierde su libertad y sus posibilidades de realización. Vallejo encarna la esperanza y el optimismo de esa cultura.
Vallejo es un ejemplo de maestro. Cierto. No todos los maestros pueden ascender a las cimas de la poesía, no están obligados a ello. Lo importante es que den todo de sí y que pongan en el centro de su diario trajín a sus alumnos para que éstos logren aprendizajes fundamentales y se comprometan con el país y las mayorías de las mayorías.
En la descripción de Ciro Alegría vemos a un Vallejo preocupado, esmerado por sus alumnos. Hoy cuando los maestros han perdido mucho de su autoestima y de la estima a sus alumnos, Vallejo también es un referente para los que ejercen la responsabilidad de educar a los hijos de nuestro pueblo.
El escritor Ciro Alegría sin que tenga – estamos seguros- el propósito de resaltar las cualidades didácticas y metodológicas del docente César Vallejo, hace una apreciación pedagógica de su maestro. Nos muestra un docente que hace pedagogía recurriendo al auxilio de la poesía, que brota en él desde el fondo de su alma de manera natural.
Ese es el maestro César Vallejo, que ya en Europa fue maestro de marxismo. Sus alumnos ya no eran los niños de Perú, sino los obreros de París. Pero este será un tema de un próximo artículo.