martes, 30 de junio de 2009

Homenaje: El docente César Vallejo


Por Julio Yovera B.

Experiencia de Vida
En 1910 César Vallejo deja Santiago de Chuco y va a Trujillo con el propósito de estudiar en la Universidad Nacional. Se inscribe en la Facultad de Letras. Al año siguiente, con la intención de estudiar medicina, se traslada a la capital, mas, tiene que posponer su propósito y ejerce la docencia particular en Huanuco.
Entre los años 1913 y 1918 es docente en Trujillo y Lima: Centro Escolar de Varones, Colegio San Juan, Colegio Barrós y Colegio Nuestra Señora de Guadalupe; además, trabaja como empleado en la Hacienda Roma (1912). Tiene la oportunidad de conocer in situ las denigrantes condiciones de vida de los pobres.
Vallejo mira aterrado la miseria espantosa de los peones a quienes los terratenientes en complicidad con los capataces – como lo narra con la autoridad que le reconocemos a Georgette de Vallejo en su libro Allá ellos, allá ellos, allá ellos… - les dan aguardiente a crédito con el propósito de endeudarlos de por vida.
De manera que su condición de simple fuerza de trabajo y de parias acaba con la muerte. No es diferente la situación de los trabajadores mineros de Quiruvilca que Vallejo también llega a conocer porque fue empleado de dicha empresa; ya en Europa aflorarán como insumos de su vigente novela El Tungsteno.
Las experiencias de vida, Vallejo la guardará para siempre en su mundo interior. Entiende que la explotación no sólo es económica, sino también un acto de degradación y deshumanización. Por lo demás, ésta forma de explotación es una práctica institucionalizada y transversal en el viejo orden oligárquico, en el “moderno” orden capitalista y aún en la “post modernidad” de estos tiempos.

Sociedad y poesía

El joven Vallejo, en Trujillo, conoce a la gente del pueblo y capta en el espíritu de los pobladores de Mansiche y Huanchaco las huellas de un pasado definitivamente grandioso, que lo anima a convertirse en su voz y en su heraldo. De ello nos habla en primer libro de poesía (Los Heraldos Negros), que aparece en 1919.


“En los paisajes de Mansiche labra
Imperiales nostalgias el crepúsculo;
Y lábrase la raza en mi palabra,
Como estrella de sangre a flor de músculo”

Percibe también el peso del poder oligárquico ante el cual el poeta se muestra rebelde, al extremo de expresar su voluntad santa de arrancarle a los que todos tienen para que haya perfecta armonía, y así crear las condiciones para la resurrección de la justicia.

“Y saquear a los ricos sus viñedos
Con las dos manos santas
Que a un golpe de luz
Volaron desclavadas de la Cruz”

Desde finales del siglo XIX, y de manera intensiva desde inicios del XX, en algunas zonas del país se dan formas de producción capitalista. En el norte costeño aparecen, de un lado, los varones del azúcar; y, de otro, el proletariado agrícola.
Estos hechos no pasan desapercibidos para César Vallejo, quien además de poseer una inteligencia abierta, tiende a sentirse solidario con los humildes y por eso expresa de manera persistente:

“Y hasta cuándo nos veremos con los demás, al borde
De una mañana eterna, desayunados todos,
Hasta cuando este valle de lágrimas, a donde
Yo nunca dije que me trajeran”

Docencia de Vallejo
Cuando hacemos la valoración de Vallejo docente lo que pretendemos es subrayar, primero, su experiencia de vida; segundo, su coherencia y toma de posición que lo compromete a buscar la transformación de esa realidad; y, tercero, su experiencia no sólo dentro del aula, que no fue poca, sino también su capacidad para hacer docencia como escritor y como periodista.

El Vallejo que conoció Ciro Alegría

En el año 1917 Vallejo es docente (en aquel tiempo la denominación común era: “preceptor”) en el Colegio “San Juan” de Trujillo. Uno de sus alumnos fue Ciro Alegría Bazán (1909 – 1967), quien con el paso de los años llegaría a hacer suya la lucha de los pobres de un mundo bien ancho pero asimismo ajeno. De hecho, el maestro César Vallejo tuvo mucho que ver con la opción de vida que asumiría su alumno años después.
A Ciro Alegría debemos la descripción fotográfica y espiritual más exacta del joven César Vallejo; si bien hecha con emoción y admiración también con rigor y objetividad. Vallejo desde joven tuvo su áurea no de santo sino de poeta. Su imagen y hasta sus gestos se hicieron imborrables en quienes detrás de una carpeta lo vieron en su rol de docente.
Leamos:
“Junto a la puerta estaba parado César Vallejo. Magro, cetrino, casi hierático, me pareció un árbol deshojado. Su traje era oscuro como su piel oscura. Por primera vez vi el intenso brillo de sus ojos cuando se inclinó a preguntarme, con una tierna atención, mi nombre.”
Ese hombre al que algunos han descrito como de rostro duro y pétreo trasmitía fuerza pero además inspiraba admiración; y es que en el aula era una solemnidad y una personalidad que impactaba:
“Aún recuerdo la sensación que me produjo su mano fría, grande y nudosa, apretando mi pequeña mano tímida y huidiza debido al azoro.
De hecho, no todos sus alumnos se sentían impactados pero los elegidos, como Ciro Alegría, eran capaces de descubrir detalles como éste:
“Él sonrió dejando ver unos dientes blanquísimos y luego me condujo hasta la puerta.”
El autor de “La serpiente de oro” recuerda las palabras cariñosas de su maestro Vallejo, quien mostraba preocupación por cada uno los niños de su aula. Esta conducta debe ser un ejemplo para los docentes de hoy, muchos de los cuales jamás dan muestras de un mínimo interés por aquellos a quienes se deben profesionalmente.
-¿Por qué te pusiste a caminar? ¿Te encontraste solo? Un niñito como tú no debe irse lejos de su salón ni de su patio... Este colegio es muy grande... ¿Estás triste?”
En Vallejo no hay nada de convencionalismo. Ni en sus gestos ni su vestimenta. La sinceridad del hombre auténtico, más aún, del poeta auténtico se da en toda circunstancia, y no deja que se le imponga yugos. Por eso, Vallejo se muestra irreverente. Ciro Alegría retrayendo recuerdos de tiempos que mantuvo vívido en su memoria, dice:
“ Me di cuenta de que el profesor no se recortaba el pelo como todos los hombres, sino que usaba una gran melena lacia, abundante, nigérrima. Sin saber a qué atribuirlo, pregunté en voz baja a mi compañero de banco: "¿Y por qué tiene el pelo así?". "Poeta es poeta", me cuchicheó”.
Y he aquí que se revela como una anunciación la personalidad del docente César Vallejo. Ya no es solamente el poeta, es el docente poeta o el docente puro que hace milagros con todo su ser para producir aprendizaje entre sus alumnos.
“La personalidad de Vallejo se me antojó un tanto misteriosa y comencé a hacerme muchas preguntas que no podía contestar. Él había de sacarme de mi perplejidad dando, con la regla, dos golpecitos en la mesa. Era su modo de pedir atención. Anunció que iba a dictar la clase de geografía y, engarfiando los dedos para simular con sus flacas y morenas manos la forma de la tierra, comenzó a decir:”
“-Niñosh... la Tierra esh redonda como una naranja... Eshta mishma Tierra en que vivimos y vemos como shi fuera plana, esh redonda.”
Y continúa:
“Hablaba lentamente, silbando en forma peculiar las eses, que así suelen pronunciarlas los naturales de Santiago de Chuco, hasta el punto en que por tal característica son reconocidos por los moradores de las otras provincias de la región.”
”Se levantó después para dibujar la Tierra en el pizarrón y durante toda la clase nos repitió que era redonda, no siendo eso lo único sorprendente sino también que giraba sobre sí misma. Dio como pruebas las de la salida y puesta del sol, la forma en que aparecen y desaparecen los barcos en el mar y otras más. Yo estaba sencillamente maravillado, tanto de que este mundo en el cual vivimos fuera redondo y girara sobre sí mismo, como de lo mucho que sabía mi profesor. Cuando la campana sonó anunciando el recreo, César Vallejo se limpió la tiza que blanqueaba sobre una de sus mangas, se alisó la melena haciendo correr entre ella los garfios de sus dedos, y salió. Fue a pararse de nuevo junto a la puerta y estuvo allí haciendo como que conversaba con los otros profesores. Digo esto porque tenía un aire muy distraído.”
Percibimos aquí una de sus más trascendentes y destacadas cualidades. Cuando Vallejo, después de ir al encuentro de la “sociedad del porvenir” como él le llamó a la ex Unión Soviética; cuando estuvo en el seno de la guerra civil española, cuando estuvo en París, jamás negó ni escondió su condición de peruano y de andino. Por eso entre los sectores que trabajan cultura y educación hay consenso en la aceptación de que el aporte de Vallejo son componentes espirituales de la identidad nacional y por tanto sustantivos en un Proyecto Nacional de Educación y en un Proyecto Nacional de Desarrollo.
Es verdad que el poeta en el aula no tiene la aceptación entusiasta y unánime de sus alumnos. Ningún docente, ningún hombre, la tiene, más si es un poeta, y más si es un poeta que toma posición abierta por los que sufren.
Desde un comienzo Vallejo va a encontrarse con personas que le brindan sus enconos, sus desamores y sus odios más biliosos y atormentados. El más conocido de su juventud es el que recibe de don Clemente Palma, quien lo invitara a hacerle un favor al pueblo trujillano tirándose a las rieles del tranvía. En honor a la verdad, no fue el único; hubo muchos Clemente Palma después.
“En Trujillo, Vallejo tenía detractores tenaces así como partidarios acérrimos. En casa, como en todas las de la ciudad, las opiniones estaban divididas”
Ciro Alegría describe con éxito la figura del maestro de aula César Vallejo. Si reparemos el momento del desfile cívico, la gente al verlo exclama: “¡Ahí va Vallejo!”. Es identificable por donde va. Desde sus años mozos, su semblante y su figura sobresale entre la multitud.
“No me cabía duda de que ese hombre extraño era un gran artista, aunque a nadie hubiera podido explicarle bien por qué lo creía. Esta ocasión llegó una tarde, antes de clase. Uno de mis compañeros manifestó que su padre afirmaba que Vallejo no era nadie, ni siquiera como poeta. Mi madre me había dicho que honrara y respetara a los maestros, porque su tarea es muy noble, y le reproché:”
”-¿Y qué? Es profesor y eso es bueno...”
“-¿Crees que ser profesor es una gran cosa? Y todavía ser el último profesor de un colegio, el de primer año... Un "muerto de hambre"...
Asimismo, el testimonio nos da a conocer los desprecios de los sectores sociales poderosos contra el maestro César Vallejo. Los alumnos que provienen de las familias acomodadas traen al aula los comentarios que escuchan en sus casas, sin ningún recato lo llaman “muerto de hambre”.
De hecho, el desprecio de estos sectores contra el profesor y poeta Vallejo es la expresión del desprecio que sienten los grupos de poder contra los maestros en general.
Recién comencé a darme cuenta del desdén con que se mira a los profesores en el Perú. El chico que hablaba era miembro de una de las grandes familias de la ciudad, e hijo de un médico famoso. Estaba muy pagado de todo ello y, para terminar de apabullar al pobre profesor, dijo:”
“-Ni siquiera como poeta sirve... mejor es Chocano. Es lo que dice mi padre, que sabe lo que habla.”
“Al recordarlo, siempre tuve la impresión de que estaría haciendo un duro camino de artista y hombre cargado de penas y distancias.”

El testimonio refiere el mundo interior del poeta. “Sus ojos oscuros brillaban como si hubieran lágrimas en ellos”. “Nunca he visto un hombre que pareciera más triste”.
Vallejo encarna la trayectoria de vida de una parte de la humanidad que construye su futuro y que al ser sometida pierde su libertad y sus posibilidades de realización. Vallejo encarna la esperanza y el optimismo de esa cultura.
Vallejo es un ejemplo de maestro. Cierto. No todos los maestros pueden ascender a las cimas de la poesía, no están obligados a ello. Lo importante es que den todo de sí y que pongan en el centro de su diario trajín a sus alumnos para que éstos logren aprendizajes fundamentales y se comprometan con el país y las mayorías de las mayorías.
En la descripción de Ciro Alegría vemos a un Vallejo preocupado, esmerado por sus alumnos. Hoy cuando los maestros han perdido mucho de su autoestima y de la estima a sus alumnos, Vallejo también es un referente para los que ejercen la responsabilidad de educar a los hijos de nuestro pueblo.
El escritor Ciro Alegría sin que tenga – estamos seguros- el propósito de resaltar las cualidades didácticas y metodológicas del docente César Vallejo, hace una apreciación pedagógica de su maestro. Nos muestra un docente que hace pedagogía recurriendo al auxilio de la poesía, que brota en él desde el fondo de su alma de manera natural.
Ese es el maestro César Vallejo, que ya en Europa fue maestro de marxismo. Sus alumnos ya no eran los niños de Perú, sino los obreros de París. Pero este será un tema de un próximo artículo.

martes, 16 de junio de 2009

Carta de Toro Sentado al presidente norteamericano Franklin Pierce

La lucha de las poblaciones nativas contra la "modernidad" y el "desarrollo" siempre dio hermosas lecciones de vida a la humanidad. He aquí una declaración de un jefe piel roja, que responde al interés del presidente norteamericano de comprar sus tierras. Bueno, el presidente de los Estados Unidos quería comprarlas, el presidente del Perú pretendía arrebatarlas para provecho de sus insatisfechos socios. Julio Yovera B (Chilalo Cuatro ojos)


"El Gran Jefe de Washington manda decir que desea comprar nuestras tierras. El Gran Jefe también nos envía palabras de amistad y buena voluntad. Apreciamos esta gentileza porque sabemos que poca falta le hace, en cambio, nuestra amistad. Vamos a considerar su oferta, pues sabemos que, de no hacerlo, el hombre blanco podrá venir con sus armas de fuego y tomarse nuestras tierras. El Gran Jefe de Washington podrá confiar en lo que dice el Jefe Seattle con la misma certeza con que nuestros hermanos blancos podrán confiar en la vuelta de las estaciones. Mis palabras son inmutables como las estrellas.

¿Cómo podéis comprar o vender el cielo, el calor de la tierra?

Esta idea nos parece extraña. No somos dueños de la frescura del aire ni del centelleo del agua. ¿Cómo podríais comprarlos a nosotros? Lo decimos oportunamente. Habéis de saber que cada partícula de esta tierra es sagrada para mi pueblo. Cada hoja resplandeciente, cada playa arenosa, cada neblina en el oscuro bosque, cada claro y cada insecto con su zumbido son sagrados en la memoria y la experiencia de mi pueblo.

La savia que circula en los árboles porta las memorias del hombre de piel roja.
Los muertos del hombre blanco se olvidan de su tierra natal cuando se van a caminar por entre las estrellas. Nuestros muertos jamás olvidan esta hermosa tierra porque ella es la madre del hombre de piel roja. Somos parte de la tierra y ella es parte de nosotros.

Las fragantes flores son nuestras hermanas; el venado, el caballo, el águila majestuosa son nuestros hermanos. Las praderas, el calor corporal del potrillo y el hombre, todos pertenecen a la misma familia. "Por eso, cuando el Gran Jefe de Washington manda decir que desea comprar nuestras tierras, es mucho lo que pide. El Gran Jefe manda decir que nos reservará un lugar para que podamos vivir cómodamente entre nosotros. El será nuestro padre y nosotros seremos sus hijos. Por eso consideraremos su oferta de comprar nuestras tierras.

Mas, ello no será fácil porque estas tierras son sagradas para nosotros.
El agua centelleante que corre por los ríos y esteros no es meramente agua sino la sangre de nuestros antepasados.

Si os vendemos estas tierras, tendréis que recordar que ellas son sagradas y deberéis enseñar a vuestros hijos que lo son y que cada reflejo fantasmal en las aguas claras de los lagos habla de acontecimientos y recuerdos de la vida de mi pueblo. El murmullo del agua es la voz del padre de mi padre.
Los ríos son nuestros hermanos, ellos calman nuestra sed. Los ríos llevan nuestras canoas y alimentan a nuestros hijos. Si os vendemos nuestras tierras, deberéis recordar y enseñar a vuestros hijos que los ríos son nuestros hermanos y hermanos de vosotros; deberéis en adelante dar a los ríos el trato bondadoso que daréis a cualquier hermano.

Sabemos que el hombre blanco no comprende nuestra manera de ser. Le da lo mismo un pedazo de tierra que el otro porque él es un extraño que llega en la noche a sacar de la tierra
lo que necesita. La tierra no es su hermano sino su enemigo.

Cuando la ha conquistado la abandona y sigue su camino. Deja detrás de él las sepulturas de sus padres sin que le importe. Despoja de la tierra a sus hijos sin que le importe. Olvida la sepultura de su padre y los derechos de sus hijos.

Trata a su madre, la tierra, y a su hermano el cielo, como si fuesen cosas que se pueden comprar, saquear y vender, como si fuesen corderos y cuentas de vidrio. Su insaciable apetito devorará
la tierra y dejará tras sí sólo un desierto.
No lo comprendo. Nuestra manera de ser es diferente a la vuestra.

La vista de vuestras ciudades hace doler los ojos al hombre de piel roja. Pero quizá sea así porque el hombre de piel roja es un salvaje y no comprende las cosas. No hay ningún lugar tranquilo en las ciudades del hombre blanco, ningún lugar donde pueda escucharse el desplegarse de las hojas en primavera o el orzar de las alas de un insecto. Pero quizá sea así porque soy un salvaje y no puedo comprender las cosas. El ruido de la ciudad parece insultar los oídos.

¿Y qué clase de vida es cuando el hombre no es capaz de escuchar el solitario grito de la garza o la discusión nocturna de las ranas alrededor de la laguna? Soy un hombre de piel roja y no lo comprendo. Los indios preferimos el suave sonido del viento que acaricia la cala del lago y el olor del mismo viento purificado por la lluvia del mediodía o perfumado por la fragancia de los pinos.
El aire es algo precioso para el hombre de piel roja porque todas las cosas comparten el mismo aliento: el animal, el árbol y el hombre.

El hombre blanco parece no sentir el aire que respira. Al igual que un hombre muchos días agonizante, se ha vuelto insensible al hedor.

Mas, si os vendemos nuestras tierras, debéis recordar que el aire es precioso para nosotros, que el aire comparte su espíritu con toda la vida que sustenta. Y, si os vendemos nuestras tierras, debéis dejarlas aparte y mantenerlas sagradas como un lugar al cual podrá llegar incluso el hombre blanco a saborear el viento dulcificado por las flores de la pradera.

Consideraremos vuestra oferta de comprar nuestras tierras. Si decidimos aceptarla, pondré una condición: que el hombre blanco deberá tratar a los animales de estas tierras como hermanos. Soy un salvaje y no comprendo otro modo de conducta. He visto miles de búfalos pudriéndose sobre las praderas, abandonados allí por el hombre blanco que les disparó desde un tren en marcha.

Soy un salvaje y no comprendo como el humeante caballo de vapor puede ser más importante que el búfalo al que sólo matamos para poder vivir.

¿Qué es el hombre sin los animales?
Si todos los animales hubiesen desaparecido, el hombre moriría de una gran soledad de espíritu. Porque todo lo que ocurre a los animales pronto habrá de ocurrir también al hombre.
Todas las cosas están relacionadas entre sí.

Vosotros debéis enseñar a vuestros hijos que el suelo bajo sus pies es la ceniza de sus abuelos.
Para que respeten la tierra, debéis decir a vuestros hijos que la tierra está plena de vida de nuestros antepasados.

Debéis enseñar a vuestros hijos lo que nosotros hemos enseñados a los nuestros: que la tierra es nuestra madre. Todo lo que afecta a la tierra afecta a los hijos de la tierra. Cuando los hombres escupen el suelo se escupen a sí mismos.

Esto lo sabemos: la tierra no pertenece al hombre, sino que el hombre pertenece a la tierra. El hombre no ha tejido la red de la vida: es sólo una hebra de ella. Todo lo que haga a la red se lo hará a sí mismo. Lo que ocurre a la tierra ocurrirá a los hijos de la tierra. Lo sabemos. Todas las cosas están relacionadas como la sangre que une a una familia.

Aún el hombre blanco, cuyo Dios se pasea con él y conversa con el -de amigo a amigo no puede estar exento del destino común-. Quizá seamos hermanos, después de todo. Lo veremos.

Sabemos algo que el hombre blanco descubrirá algún día: que nuestro Dios es su mismo Dios. Ahora pensáis quizá que sois dueño de nuestras tierras; pero no podéis serlo. El es el Dios de la humanidad y Su compasión es igual para el hombre blanco.

Esta tierra es preciosa para El y el causarle daño significa mostrar desprecio hacia su Creador. Los hombres blancos también pasarán, tal vez antes que las demás tribus. Si contamináis vuestra cama, moriréis alguna noche sofocados por vuestros propios desperdicios. Pero aún en vuestra hora final os sentiréis iluminados por la idea de que Dios os trajo a estas tierras y os dio el dominio sobre ellas y sobre el hombre de piel roja con algún propósito especial.

Tal destino es un misterio para nosotros porque no comprendemos lo que será cuando los búfalos hayan sido exterminados, cuando los caballos salvajes hayan sido domados, cuando los recónditos rincones de los bosques exhalen el olor a muchos hombres y cuando la vista hacia las verdes colinas esté cerrada por un enjambre de alambres parlantes.

¿Dónde está el espeso bosque? Desapareció.
¿Dónde está el águila? Desapareció.
Así termina la vida y comienza la supervivencia......"
__._,_.___

miércoles, 3 de junio de 2009

De verdad, Vallejo en los Infiernos



Eduardo González Viaña


Tomado de Bosque de Palabras



“César Vallejo escuchó los pasos de su madre trajinando en la cocina y tarareando una canción. Su voz era sobrenatural. Iluminaba los espacios y hacía que se perdieran el peso y la densidad de los objetos.
Escuchándola, y sin darse cuenta, César dejó caer la taza de café y aquella no hizo ruido al chocar contra el suelo. Cuando la madre caminaba cantando, el mundo recuperaba la naturaleza musical de su origen. La luz se partía. Los arroyos y las montañas, el viento y los árboles parecía que cantaban. Llegaba la noche, y hasta la luz de la Luna comenzaba a temblar.”
-Ahora, no me diga usted que este libro es cien por ciento real- me reclama un periodista italiano con motivo de la edición de mi novela “Vallejo en los infiernos” en ese idioma.
Acaba de leer en voz alta el fragmento anterior, y, aunque lo considera bello, le fastidia que una taza de café no haga ruido al chocar con el suelo.
-No. No es real.-respondo.
- Ah… ¿Admite usted que lo que escribe no es real?
-No es real una vez. Lo es dos, tres y muchas veces más.
Lo digo por varias razones.
La primera: Como lo denuncio en mi novela, César Vallejo fue en realidad un preso político y un candidato a pasar largo tiempo en la cárcel o a morir de súbito castigado por sus ideas socialistas. Los críticos y comentaristas de su obra suelen dedicar sólo unas líneas breves –y a veces mezquinas- a este hecho, que es fundamental en la gesta de “Trilce” y en la comprensión de ese libro y del propio país que le da origen.
Nuestro poeta fue testigo y denunciante de un acto criminal ocurrido en Santiago de Chuco, su pueblo, (1920) cuando azuzados por los poderosos, los gendarmes acantonados allí se levantaron en armas, intentaron eliminar a las autoridades locales y asesinaron a un intelectual amigo del poeta. Con piedras y con sus propias fuerzas, los vecinos impidieron que aquello se convirtiera en un genocidio.
La acción judicial fue iniciada contra los gendarmes y sus instigadores. Sin embargo, movida por fuerzas misteriosas, la Corte Superior de Trujillo la convirtió en una investigación judicial contra los denunciantes y las propias víctimas. El juez ad hoc enviado al lugar de los hechos festinó trámites, fabricó pruebas, inventó personas, dibujó firmas de personas ausentes y, bajo tortura, obtuvo la confesión de un supuesto autor material de los crímenes quien decía haber sido armado por Vallejo.
Cuando el abogado del poeta, pidió que el supuesto sicario fuera llevado ante la Corte de Trujillo, la “justicia” lo envió atado al lomo de una mula bajo custodia armada. A la mitad del camino, sus captores lo bajaron del animal y lo mataron a balazos aduciendo que había intentado huir.
Por casualidad, el juez ad hoc era también abogado de poderosas empresas donde habían estallado sublevaciones sociales, Casagrande, que en vez de salarios ofrecía coca y raciones de comida a sus trabajadores, y Quiruvilca, la mina donde miles de indios eran empujados a trabajar 20 horas al día hasta la extenuación, la tuberculosis y la muerte.
En la Universidad de Trujillo, había nacido entonces una generación de jóvenes intelectuales atraídos por el socialismo, por el anarquismo o por la sola idea cristiana de liberar a los oprimidos. Las grandes empresas y sus agentes querían escarmentarlos, inventarles algún sambenito y eliminarlos físicamente si fuera posible. Vallejo fue la víctima escogida, el incendiario, el terrorista de la época.
La segunda razón para aducir la realidad de mi novela es algo que no se suele contar: Vallejo, uno de los grandes poetas de la lengua castellana en el siglo XX, no pudo regresar jamás a su país. Si lo hubiera hecho, habría sido conducido de inmediato a los infiernos de alguna cárcel tremebunda. Ello se debe a que el proceso penal instaurado contra él nunca se extinguió, y sus enemigos anduvieron todo el tiempo buscando la extradición.
Los comentarios académicos obvian este hecho, y aluden a una risible “pasión metafísica” su imposible retorno.
La tercera razón, por fin, es que lo que fue real en 1920 se repite hasta la saciedad en nuestro tiempo. Quiruvilca, -denunciada por Vallejo en su “Tungsteno” y evocada en mi libro “Vallejo en los infiernos”- se parece entrañablemente en los días actuales a Yanacocha. Esta mina de oro, la más rica del mundo, se encuentra ubicada en Cajamarca, una región “vallejiana” en la que el setenta por ciento de la población padece extrema pobreza. Las denuncias de contaminación son frecuentes. Por fin, los sacerdotes que encabezan la protesta son amenazados de muerte y perseguidos por una banda de forajidos en estrecha relación con el cuerpo de seguridad de la mina.
-Amigo Gianluigi.- le digo al periodista. -Tiene usted razón. “Vallejo en los infiernos” no es real una vez. Lo es una y otra vez. Espero que no por mucho tiempo. Y también es real que un facineroso a sueldo, armado de un martillo, esperaba al poeta para acabar con él en las oscuridades del calabozo donde pasó su primera noche.
Esas son realidades diabólicas. Otras, y muy diferentes son las realidades poéticas. Y por obra de ellas, es verdad que la taza de café se quedó flotando. Y también es verdad que:
“Cuando la madre caminaba cantando, el mundo recuperaba la naturaleza musical de su origen. La luz se partía. Los arroyos y las montañas, el viento y los árboles parecía que cantaban. Llegaba la noche, y hasta la luz de la Luna comenzaba a temblar.”


Eduardo González Viaña,
Perú
Para recitar y cantar a Vallejo al lado de Tania Libertad, haga clic en:

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Nació en Ccatacaos, distrito del departamento de Piura que en el periodo prehispánico fue capital de la cultura Tallán. Estudió Licenciatura y Maestría en Educación en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Es autor de: Pedagogía Popular en la Escuela; Horacio, Maestro y Líder; Testimonio para Micaela (poesía), Canciones de la Lluvia (poesía), Víctor Pablo Salvador (poesía); Educación en Valores (varios autores); Julio C.Tello, maestro (varios autores); Detrás de la Crisis de la Educación (debate). Ejerce la docencia universitaria.