miércoles, 13 de agosto de 2008

El maestro Julio C. Tello *

Mi aprecio por el maestro

Como ocurre con todos los estudiantes peruanos fue en la escuela, en el curso de Historia del Perú, que supe de un hombre extraordinario llamado Julio C. Tello. Mi viejo profesor poseía el extraordinario don de la palabra, de modo que quienes éramos sus alumnos sentíamos espontáneamente y con un elemental conocimiento de causa admiración por nuestros héroes.

Mi viejo profesor los presentaba a cada uno de ellos triunfantes y dignos en un contexto donde la imaginación hace lo suyo. Son los tiempos en que cada uno de nosotros empieza a sentir una emoción y un pálpito de amor hacia lo nuestro, frutos del acto sublime de una docencia que cultiva valores y sentimientos por una patria que, como decía el poeta Javier Heraud, “es hermosa como una espada en el aire”.

Nuestro sabio, nacido el 11 de abril de 1980, ocupa, con razón, un lugar destacado en nuestra historia. Sin su aporte, parte sustantiva de nuestra identidad todavía permanecería oculta y desconocida.

A mí se me ocurrió comparar al sabio con los arrieros de mi tierra, aquellos que transitaban infatigables por los caminos del tiempo, aunque eran evidentes las diferencias: los arrieros unían pueblos y caseríos, yendo y viniendo con sus bultos y afanes. En tanto, Julio C. Tello indagaba las huellas del pasado para encontrar las raíces de nuestra identidad, unir nuestra historia al presente y desde ahí proyectarnos al porvenir. Ese fue su aporte más trascendente.

A él y a sus investigaciones debemos el conocimiento de un pasado que nos dio orgullo y estima. Hasta antes de él nuestro pasado no era investigado con el rigor de la ciencia; los prejuicios y complejos nos impedían ver la grandeza y el legado de nuestros pueblos autóctonos.

Julio C Tello fue descubriendo nuestra identidad, aportando significativamente a ese proceso no concluido de construcción de la nación peruana. El sentó las bases de una obra lamentablemente descuidada y abandonada, pues, la investigación científica no es precisamente prioridad de los gobiernos. Es más, carecemos de políticas educativas que promuevan la investigación. En un medio indiferente y en cierta formal hostil, Julio C. Tello inició su apostolado, puso todas sus energías y su capacidad al servicio de la causa del conocimiento de las culturas del Perú antiguo.

Sus raíces populares

Julio C. Tello a lo largo de su carrera tuvo la convicción del verdadero maestro. Su visión y teoría del origen de la cultura peruana no parten de prejuicios ni de dogmas, sino del resultado de un quehacer serio, de una acción a la que se dedicó con tenacidad y mística.

Para él el conocimiento, en tanto es producto de la investigación científica, requiere de la fusión de teoría y práctica. Actitud notable, pues, en el contexto de la época, y no obstante que se había producido el movimiento por la reforma universitaria, la enseñanza palidecía de academicismo.

Julio C. Tello hizo suyo el llamado de la intelectualidad y juventud progresista y renovadora, quienes demandaban una Universidad ajena al pensamiento escolástico, propio de la atmósfera colonialista en la que se sumió la educación peruana a lo largo de nuestra historia republicana, con escasas y notables excepciones.

Como investigador y como maestro fue producto de sus raíces andinas y, obviamente, de su formación científica. No podemos entender la identidad y la personalidad de este ilustre peruano al margen de la tierra que lo vio nacer. Su pueblo, el de los viejos y aguerridos yauyos, goza de reconocido prestigio.

Desde los tiempos de las culturas prehispánicas al pueblo de Huarochirí se le reconoce como la tierra de pobladores cuyas raíces son tan sólidas como las piedras de su geografía. En la memoria colectiva, un sitial de honor lo ocupan la lucha de un pueblo que en la época del colonialismo resistió a lo que se conoce como la extirpación de las idolatrías y que fu un verdadero genocidio contra los pueblos nativos.

Los testimonios orales y escritos dan cuenta de la existencia de un espíritu rebelde que mantuvo viva la hoguera de la dignidad y de la lucha. El pueblo de Huarochirí participó activamente en la campaña a favor de la Independencia.

El pueblo de Huarochirí saboteó con ingenio la presencia de los invasores del sur y se convirtió en base de apoyo en la época heroica de la resistencia que realizó Andrés Avelino Cáceres.Ese es el pueblo que engendró a Julio C. Tello.

De modo que si hay que reconocer un proceso decisivo de endoculturación en la personalidad de Julio C Tello, éste proviene – ¡ qué duda cabe!- del pueblo que lo vio nacer. Pueblo que, por lo demás, conserva su identidad, su solidaridad, su cultura y sus manifestaciones artísticas.

Quien conozca, aunque sea parcialmente la Provincia de Huarochirí, sabe que su configuración agreste y hermosa ha modelado lo esencial de su cultura ancestral: los caminos, acueductos y construcciones de piedra de tiempos inmemoriales todavía continúan dándole servicios al pueblo. En las festividades todavía se pueden apreciar a los danzantes avelinos, que la tradición popular conserva y reconoce como el baile de los guerrilleros y soldados de Cáceres.

Así pues, pese a que el imperialismo cultural nos arremete y pretende desmemoriarnos, es reconfortante constatar que algunos pueblos como el de Julio C Tello han sabido conservar sus costumbres, que es una forma de conservar y fortalecer la identidad.

Racionalidad y Emoción

Nuestro personaje fue un estudioso apasionado de las culturas del antiguo Perú. Viajó por todas las regiones de la patria, investigó y sistematizó.

A los hombres de ciencia se les tiene como seres ajenos a la pasión, Julio C Tello es la personificación de un hombre cuya racionalidad no diluyó sus emociones. Sus biógrafos reconocen que en muchas ocasiones refería con orgullo su condición de indio. El sabio huarochirano más que un indio era un mestizo o, en todo caso, mestizo preponderantemente indio, que es como de define así mismo el maestro Oswaldo Guayasamín, también de raíces nativas.

Julio C. Tello es la expresión de nuestras culturas ancestrales. Al margen de cualquier visión prejuiciosa, Tello, igual que Felipe Huamán Poma de Ayala rescata y revalora las raíces andinas y autóctonas, como lo hizo también en el plano de la literatura el autor de “Todas las sangres”, José María Arguedas.

A finales de siglo, es evidente que nuestra condición de país mestizo es el patrón de unidad de nuestros pueblos.La época de Julio C Tello fue una época de marginación y subestimación al indio. Lamentablemente en algunos sectores no ha variado en lo sustancial esa visión.

Julio C Tello, en un medio adverso y racista, no sólo no escondió su origen, sino que lo mostró orgulloso, como mostró su sencillez de hombre de pueblo y como mostró también su convicción de hombre de ciencia.

No hubo en él ningún sentimiento ni complejo de inferioridad, con su ejemplo parece decirnos, la ciencia no tiene prejuicios, podemos acceder a ella siempre y cuando nos preparemos y nos atrevamos a transitar sus vastos caminos. Julio C Tello fue un hombre con actitud constante y perseverante en el proceso de observación y estudio de nuestras culturas.

Con la disciplina del estudioso va constatando sus hipótesis. Ese es el proceso de sus deducciones. Aquí también hay un hecho admirable, para él la investigación hay que asumirla como un compromiso que no se agota en el syllabus ni la exigencia para obtener el grado. El hace de la investigación no una parte ni una forma de vida sino que es su vida misma.

Quienes han hecho las primeras evaluaciones del aporte de Julio C Tello, respetables y reconocidos peruanos, lo consideran como parte de una trilogía que conforma junto a José de la Riva Agüero y Francisco García Calderón. No pretendemos invalidar en absoluto este punto de vista pero queremos precisar que, a nuestro modo de ver, por su práctica social, el maestro Julio C. Tello tiene la misma significación del Amauta José Carlos Mariátegui Lachira, independientemente que no tengan elementos comunes desde el punto de vista doctrinario.

Los dos maestros han hecho aportes decisivos a la forja de “un Perú nuevo, dentro de un mundo nuevo”. Los dos pensamientos son imprescindibles para quienes se interesen en conocer con el rigor de la ciencia la sociedad peruana.

Hombre Solidario

Un suceso poco conocido y nada divulgado por quienes se han dedicado a estudiar la vida y la obra de Julio C Tello se refiere al rol que cumplió el maestro en los sucesos que tienen que ver con una protesta popular que se conoce como la tragedia de Tamboraque.

Eran los primeros días del año 1932, los comuneros de San Mateo de Huanchor, pueblo ubicado a 3,200 m.s.n.m., cerca del imponente Ticlio, cansados de la impunidad con la que actuaba la empresa minera Proaño que venía agresivamente contaminando con relaves y gases tóxicos el medio ambiente y las aguas del río Rimac, se levantó en protesta, después de haber agotado todos los medios legales. El pueblo tomó el camino de la acción directa para poner fin al abuso. Y, efectivamente, los comuneros llegaron a la planta minera y destruyeron las instalaciones.

Esa fue una acción justa, pues, de otro modo, la vida se habría extinguido en esta parte del país. Los testimonios periodísticos de la época dan cuenta que la flora se extinguía, extrañas enfermedades atacaban y mataban a los pobladores, en tanto que las aves desfallecían en pleno vuelo.Posteriormente aconteció lo que ha sido común en nuestra historia: los levantamientos populares terminaron ahogados en sangre y fuego. El acto de Tamboraque no fue la excepción.

La protesta trajo la represión y la represión dio como corolario cinco muertos, que la historia oficial ha relegado y que, felizmente, la memoria colectiva los ha rescatado del olvido. Hoy sus nombres y su ejemplo son reconocidos como mártires de la lucha a favor de la defensa de la vida y del medio ambiente.

La historia no termina ahí, muchos pobladores considerados por las autoridades como cabecillas o activistas del movimiento fueron llevados presos a la ciudad de Lima. Se inició entonces una cruzada por la libertad de los detenidos. Para hacer efectiva la gestión ante la autoridad se formó el Comité de Ayuda de los Detenidos, el mismo que integró Julio C Tello. Este hecho demuestra que nuestro sabio no era de ninguna manera, como cierto sector pretende hacerlo aparecer, un hombre ajeno a toda identificación con la lucha de los suyos. La verdad que el compromiso de Tello con su pueblo tuvo raíces sólidas y duraderas.

En los años que estuvo en el Parlamento (1919 - 1929), cumpliendo funciones de diputado, su interés estuvo centrado en hacer que el derecho a la educación se extendiera al sector rural. El, que había adquirido los primeros conocimientos en la escuela del Estado, sabía que muchos talentos del pueblo se pierden como consecuencia del abandono y de la indiferencia, por eso fue que dedicó su esfuerzo y su tiempo a gestionar la creación de varias escuelas para su provincia; a la vez impulsó la necesidad de una reforma de la educación secundaria y universitaria. Obras que lo muestran como un hombre preocupado y comprometido con el desarrollo educativo y cultural de su comunidad. Y sobretodo se dedicó a legislar en defensa del patrimonio cultural.

Su ejemplo en estos tiempos

La vida de Julio C Tello es un ejemplo para los que consideramos que la patria no es una mercancía, como lo supone el modelo de dependencia “moderna” que conocemos como neoliberalismo. Ser buen discípulo y seguidor de la línea de vida y la obra del maestro Julio C. Tello requiere asumir como compromiso irrenunciable la defensa de nuestro patrimonio cultural, el mismo que actualmente corre el riesgo de ser subastado al mejor postor desde el propio gobierno.

Hay razones para alzar nuestra voz de protesta y ojalá que quienes sentimos que el Perú es nuestro país, nuestra patria, y que felizmente somos la mayoría, levantemos una propuesta de defensa irrenunciable de nuestro patrimonio.Los peruanos sentimos preocupación legítima por nuestro futuro, las amenazas penden sobre nuestros bienes culturales.

El mejor homenaje que podemos hacerle a Julio C. Tello es vertebrar una organización de peruanos comprometidos con la defensa de nuestro patrimonio arqueológico y la defensa de nuestra identidad cultural. Estamos seguros que si el maestro Julio C Tello estuviera entre nosotros asumiría, sin ningún reparo, la protesta contra un régimen que pretende privatizar nuestros bienes culturales, dejando de lado opiniones libres de cualquier sospecha de ser de “opositores interesados”, como es el caso de la UNESCO. El mejor homenaje que podemos hacerle al maestro Julio C. Tello no tiene por qué quedarse en el formal reconocimiento de su vida y su obra. En todo caso, hay que diferenciar los “homenajes” de los homenajes. Los primeros no son más que un saludo a la bandera, que suelen hacerse para ocultar lo más sustantivo del pensamiento y la obra de Julio C. Tello. Los otros, los homenajes de quienes asumimos la defensa de nuestra identidad cultural y pugnamos por la construcción de un Perú que pueda acceder al desarrollo y al progreso, son los que interesan. Somos concientes que honrar la memoria del maestro es defender los bienes de nuestro país y denunciar, rechazar y oponernos a todo intento de saqueo.

Sharuko y Mec non

Me viene a la memoria los tiempos en que mi viejo maestro nos relataba los afanes de nuestro sabio. Verdad que por esos años no tenía una visión más o menos integral del aporte de Julio C. Tello. En la medida que me fui formando se acrecentó mi admiración por este ejemplar Amauta.

Cuando fui estudiante de primaria, Huarochirí era un nombre que me resultaba lejano y misterioso. Por razones comunes a la de todos los hombres que buscan nuevos horizontes, dejé mi valle y sus arenales. Y desde hace buenos años, transito por los caminos de la Provincia de Huarochirí.

He llegado a conocer parte de su historia y de su cultura. En algunos lugares aún sobreviven algunos vocablos de nuestros ancestros. En mi cultura tallán hay uno que hace referencia al mito de un ave sagrada capaz de avizorar la lejanía a través de la oscuridad. Su nombre es Mec Non. El que mira bien el horizonte es un Mec Non. En el pueblo de Julio C. Tello el vocablo Sharuko hace referencia a la tenacidad. Los paisanos de Julio C. Tello narran que sus contemporáneos lo llamaban Sharuko, es decir, arrollador, tenaz, sobresaliente.

De modo que para mí, que sigo y seguiré estando orgulloso de mi condición de descendiente tallán, el maestro Julio C. Tello es un Mec Non, es decir el hombre que desde el pasado no vio “ruinas”, sino el porvenir brillante de su pueblo. Ello, naturalmente, sin que deje de ser un Sharuko.Palabras FinalesLos nuevos vientos de la globalización no sólo traen conocimientos, también traen “novedades” que algunos asimilan sin un proceso previo de análisis; y concluyen que ha pasado el tiempo de las naciones.

No estamos de acuerdo con esta teoría, no en tanto postula una globalización donde la única cultura que vale es la de los sectores dominantes. No estamos de acuerdo con quienes pretenden ocultar y negar nuestras raíces. Esa es una forma de agresión que no aprobamos ni aceptamos. Planteamos, por el contrario, volver a nuestras raíces. Es una forma segura de afirmar nuestra identidad de peruanos.

Está pendiente una gran tarea: construir la nación peruana. En esta cruzada tienen un lugar de honor todos los peruanos de origen indio o no, preponderantemente peruanos que al margen del problema racial, se sientan comprometidos con un Proyecto Nacional, que ponga por encima de cualquier otro interés la forja y defensa de la nación peruana. En esta unidad amplia no cuentan razones doctrinarias ni raciales. Importa sí que los peruanos de buena voluntad nos comprometamos con esta propuesta. Este sector nacional, de vasta base popular y democrática, tiene la responsabilidad de levantar y construir una alternativa que avance a la afirmación de un proyecto que valore nuestra condición de país pluricultural y multilingüe.

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Nació en Ccatacaos, distrito del departamento de Piura que en el periodo prehispánico fue capital de la cultura Tallán. Estudió Licenciatura y Maestría en Educación en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Es autor de: Pedagogía Popular en la Escuela; Horacio, Maestro y Líder; Testimonio para Micaela (poesía), Canciones de la Lluvia (poesía), Víctor Pablo Salvador (poesía); Educación en Valores (varios autores); Julio C.Tello, maestro (varios autores); Detrás de la Crisis de la Educación (debate). Ejerce la docencia universitaria.