martes, 10 de noviembre de 2009

El aroma de la tierra en Los heraldos negros


En homenaje a Santiago de Chuco, la tierra de César Vallejo


Por Julio Yovera B.

César Vallejo el más universal de nuestros poetas es la concreción de una sensibilidad creadora que tiene sus raíces en Santiago de Chuco, la capital de la provincia andina del departamento de La Libertad, donde nació hace ya más de un siglo. En mucho, el poeta se debe a su tierra madre, pero, a la vez, Santiago de Chuco le debe su universalidad a César Vallejo.
El autor de Los heraldos negros ha globalizado su propio nombre, sus obras y el nombre de su pueblo, pero al mismo tiempo, ese pueblo llenó su alma de emociones, sus retinas de imágenes, sus oídos de música, su olfato de aroma verde y su piel de vibras para captar la vida en su esencia.
Si Vallejo es una fuente inacabable de poesía, el misterio no descifrado del todo, el hombre que polariza, el escritor que se renueva dialécticamente y el militante de una esperanza que pervive, ello se debe en gran parte a que nació y se crió en un lugar que se yergue al pie de la cordillera bajo un cielo bañado de sol durante el día y acompañado de luceros en las noches.
Vallejo suele sacudirnos de frente o de costado. Lo admiramos porque en las peores condiciones jamás arrió banderas. Su solidaridad con los desposeídos no fue para él un asunto de coyuntura o de correlación de fuerzas. Militó a favor de la vida hasta el sacrificio de su propia existencia. Por todo ello los afanosos buscadores de la aurora han convertido su vida y su obra en patrimonio.
Vallejo goza del reconocimiento de la humanidad por su condición de profeta desterrado o de Quijote solidario. Tiene nuestra admiración porque fue el poeta que supo elevar el mundo andino a dimensiones planetarias. Goza de nuestro reconocimiento porque conservó sus raíces. Nuestra adhesión a su vida y sus postulados se debe al hecho que en plena crisis integral del sistema capitalista, en medio de las hordas nazis y fascistas, se mantuvo honestamente combatiente.
Ese Vallejo que nos dice que hay que prepararnos porque ya viene el día, tiene una etapa en la que su poesía no solo huele al aroma fresco de la tierra que lo vio nacer, sino que su poesía es la misma tierra que lo vio nacer.
La poesía del autor de Los heraldos negros está concebida de maizales, trigales, capulíes, verdura, lilas, amapolas, leños y rosas. También está hecha de establo, de sudor de arriero, de adobe, de pan calientito y de chicha de jora. Hay que conocer la floresta de Santiago de Chuco, de Cachicadán, de Santa Cruz de Chuca, de Mollebamba, etc., para entender esa unidad geográfica, telúrica y ecológica, que le da a Vallejo los recursos para lograr una poesía que en todo momento es oración de la tierra o canción del agua.
Si la poesía en general es fuego o manantial. Nieve imponente o valle humilde. Chicoria amarga o polen dulce. Si es espada de guerrero o rosa de pétalos blancos. Si es olivo de amor o relámpago de ira, entonces la racionalidad jamás podrá entenderla. Si es savia del pueblo o raíz de la tierra. Si es canto de combate u oración de la paz, entonces su destino es la inmortalidad.
La poesía de Los heraldos negros se mueve como los ríos, de manera permanente: agitada o lenta, silenciosa o sonora. Parafraseando al viejo griego Heráclito de Efeso, es y no es al mismo tiempo.
He ahí el “secreto” de la vigencia de Los heraldos negros que tuvo en Vallejo a su creador - hacedor.
El poeta de los Heraldos negros se metió en el alma de su pueblo, pueblo que tiene el tiempo de los molles, la misma edad de las piedras, y lleno de una telúrica que atraía a la luna con la misma fuerza que el imán al acero. Esta parte de la patria está gestada de vida y poesía. Más de una voz, peruana o extranjera, ha reconocido que el Perú no es solo una diversidad étnica, también es una diversidad geográfica, cultural, ambiental y ecológica.
El Perú es un emporio de flora y fauna. No en vano cuando llegaron los europeos se llevaron, además del oro y de la plata, las diversas variedades que incrementaron el potaje de los nobles y también el fiambre de los pobres. Ese fue el antecedente de las proyecciones de la gastronomía de los pueblos del Perú.
Veamos algunos casos de presencia de la tierra amada en la obra primera del poeta.
Cuando se incursiona en la poesía, sobre todo en aquellos tiempos de epidemia colonial, los poetas evitaban hablar de la vida pueblerina. Los modernistas, incluyendo a Rubén Darío, exhibían una grandilocuencia que servía para halagar a las musas / hadas.
En Los heraldos… una de las motivaciones poéticas es la mujer, pero no es una diosa de busto griego, ni de cabellos de oro, sino la hembra sencilla del ande, con su “falda de franela”, a quien él recuerda con nostalgia bajo el viento lento de la añoranza.
La andina Rita es una mujer de “junco y capulí”. El junco es la paja que nace en los suelos húmedos, generalmente al pie del río. Nos imaginamos a una mujer delgada y de andar ondulado como el junco movido por el viento. El capulí es una fruta color rosado (¿o guinda?)que solía ser parte del paisaje de Santiago de Chuco. Es redundante decir que las mejillas de las mujeres del Ande tienen el tono de un capulí o de una granadilla.
La mujer que evocaba el poeta, la Rita de junco y capulí, tenía un sabor de “caña de mayo del lugar”. Las cañas del ande norteño son de distintos tipos. Las hay de tallo largo y las hay de tallo ancho. Las dos son dulces y los lugareños suelen tomarlas para sentir que el sumo se hace divinidad en la garganta. La mujer en este caso tiene el sabor de una caña dulce. La tierra le ofrece brinda metáforas al poeta y éste la toma a manos llenas.
Imágenes de la misma fibra de Idilio muerto abundan en la poesía de Los heraldos negros. Hay una pastora vestida “en su humildad de lana heroica y triste” y a pesar de todo se contagia de alegría, de fiesta de pueblo capaz de cosquillear la noche con luces de bengala que se parecen a “trigos de oro” (II Terceto Autóctono).
A la crítica oficial, que veía y sentía con ojos y con alma coloniales, le disgustaba que algún osado poeta trasladara el pueblo andino al reino de la poesía. Les resultaba ofensivo un arte como el de Vallejo. Esto explica en gran parte el silencio de la crítica cuando salió a la luz Los heraldos negros, en 1919 aunque con fecha 1918 en la tapa del libro, como explica también las frases de Clemente Palma que veía en el poeta la encarnación del desvergonzado que deshonra a la sociedad y la cultura trujillana.
Vallejo se extasió de vida y poesía. Bañó sus huesos con chica de jora, la bebida ancestral de los pueblos prehispánicos. Y como acontecía entonces se bebía de manera solemne y ritual. Alrededor de un poyo (lugar de encuentro y de tertulia de las familias andinas (beben) “…labios en coro / la eucaristía de una chicha de oro.” (I, Nostalgias Imperiales).
Y mucho más: “el humo oliendo a sueño y a establo” (Nostalgias imperiales) se penetró en su piel, de manera que ya en Trujillo o en Lima, en París o en Moscú, cuando se hace universal en sus células rojas porta su espíritu andino. No ignora jamás “La Grama mustia” (nostalgias imperiales). Tampoco olvida “el tamarindo de su sombra muerta. (Hojas de ébano)
Seguramente comparó la lluvia gris del cielo de Montmartre con el “aroma de aguacero” de Santiago de Chuco. Y cuando pedía un pan para su sed de justicia, y no solo para calmar su hambre, acaso añoraba sus biscochos servidos por su madre en una mesa de ternura.
Vallejo transitó por los caminos del mundo y fue convirtiéndose en una de las voces universales de la humanidad, pero siempre tendía presente: “La rosa azul que alumbra y da el ser al cardo! (La voz del espejo). En ocasiones cuando el sistema lo golpeaba acaso vendría a su mente “La Mano de agua” (Absoluta), que los humildes pedían y que los moribundos de la guerra clamaban.
Vallejo transitó por diversas sendas del mundo pero lo hizo como el arriero aquel que iba y venía por los caminos de herradura de Santiago de Chuco.
“Arriero, con tu poncho colorado te alejas,
saboreando el romance peruano de tu coca.” (Los arrieros)
En suma, para explicarse a Vallejo integral hay que partir de Santiago de Chuco pues fue un heraldo de pies en tierra que se echó a andar llevando su tierra y sus bondades en su corazón, en sus células rojas y se hizo universal sin hacer a un lado el aroma de la tierra que lo vio nacer.
Muchos de los que admiran su obra no conocen sus raíces. Si lo supieran, vendrían a Santiago a encontrarse con la fuente inagotable de su poesía hecha de la tierra nuestra de cada día.


julioyovera@gmail.com

martes, 30 de junio de 2009

Homenaje: El docente César Vallejo


Por Julio Yovera B.

Experiencia de Vida
En 1910 César Vallejo deja Santiago de Chuco y va a Trujillo con el propósito de estudiar en la Universidad Nacional. Se inscribe en la Facultad de Letras. Al año siguiente, con la intención de estudiar medicina, se traslada a la capital, mas, tiene que posponer su propósito y ejerce la docencia particular en Huanuco.
Entre los años 1913 y 1918 es docente en Trujillo y Lima: Centro Escolar de Varones, Colegio San Juan, Colegio Barrós y Colegio Nuestra Señora de Guadalupe; además, trabaja como empleado en la Hacienda Roma (1912). Tiene la oportunidad de conocer in situ las denigrantes condiciones de vida de los pobres.
Vallejo mira aterrado la miseria espantosa de los peones a quienes los terratenientes en complicidad con los capataces – como lo narra con la autoridad que le reconocemos a Georgette de Vallejo en su libro Allá ellos, allá ellos, allá ellos… - les dan aguardiente a crédito con el propósito de endeudarlos de por vida.
De manera que su condición de simple fuerza de trabajo y de parias acaba con la muerte. No es diferente la situación de los trabajadores mineros de Quiruvilca que Vallejo también llega a conocer porque fue empleado de dicha empresa; ya en Europa aflorarán como insumos de su vigente novela El Tungsteno.
Las experiencias de vida, Vallejo la guardará para siempre en su mundo interior. Entiende que la explotación no sólo es económica, sino también un acto de degradación y deshumanización. Por lo demás, ésta forma de explotación es una práctica institucionalizada y transversal en el viejo orden oligárquico, en el “moderno” orden capitalista y aún en la “post modernidad” de estos tiempos.

Sociedad y poesía

El joven Vallejo, en Trujillo, conoce a la gente del pueblo y capta en el espíritu de los pobladores de Mansiche y Huanchaco las huellas de un pasado definitivamente grandioso, que lo anima a convertirse en su voz y en su heraldo. De ello nos habla en primer libro de poesía (Los Heraldos Negros), que aparece en 1919.


“En los paisajes de Mansiche labra
Imperiales nostalgias el crepúsculo;
Y lábrase la raza en mi palabra,
Como estrella de sangre a flor de músculo”

Percibe también el peso del poder oligárquico ante el cual el poeta se muestra rebelde, al extremo de expresar su voluntad santa de arrancarle a los que todos tienen para que haya perfecta armonía, y así crear las condiciones para la resurrección de la justicia.

“Y saquear a los ricos sus viñedos
Con las dos manos santas
Que a un golpe de luz
Volaron desclavadas de la Cruz”

Desde finales del siglo XIX, y de manera intensiva desde inicios del XX, en algunas zonas del país se dan formas de producción capitalista. En el norte costeño aparecen, de un lado, los varones del azúcar; y, de otro, el proletariado agrícola.
Estos hechos no pasan desapercibidos para César Vallejo, quien además de poseer una inteligencia abierta, tiende a sentirse solidario con los humildes y por eso expresa de manera persistente:

“Y hasta cuándo nos veremos con los demás, al borde
De una mañana eterna, desayunados todos,
Hasta cuando este valle de lágrimas, a donde
Yo nunca dije que me trajeran”

Docencia de Vallejo
Cuando hacemos la valoración de Vallejo docente lo que pretendemos es subrayar, primero, su experiencia de vida; segundo, su coherencia y toma de posición que lo compromete a buscar la transformación de esa realidad; y, tercero, su experiencia no sólo dentro del aula, que no fue poca, sino también su capacidad para hacer docencia como escritor y como periodista.

El Vallejo que conoció Ciro Alegría

En el año 1917 Vallejo es docente (en aquel tiempo la denominación común era: “preceptor”) en el Colegio “San Juan” de Trujillo. Uno de sus alumnos fue Ciro Alegría Bazán (1909 – 1967), quien con el paso de los años llegaría a hacer suya la lucha de los pobres de un mundo bien ancho pero asimismo ajeno. De hecho, el maestro César Vallejo tuvo mucho que ver con la opción de vida que asumiría su alumno años después.
A Ciro Alegría debemos la descripción fotográfica y espiritual más exacta del joven César Vallejo; si bien hecha con emoción y admiración también con rigor y objetividad. Vallejo desde joven tuvo su áurea no de santo sino de poeta. Su imagen y hasta sus gestos se hicieron imborrables en quienes detrás de una carpeta lo vieron en su rol de docente.
Leamos:
“Junto a la puerta estaba parado César Vallejo. Magro, cetrino, casi hierático, me pareció un árbol deshojado. Su traje era oscuro como su piel oscura. Por primera vez vi el intenso brillo de sus ojos cuando se inclinó a preguntarme, con una tierna atención, mi nombre.”
Ese hombre al que algunos han descrito como de rostro duro y pétreo trasmitía fuerza pero además inspiraba admiración; y es que en el aula era una solemnidad y una personalidad que impactaba:
“Aún recuerdo la sensación que me produjo su mano fría, grande y nudosa, apretando mi pequeña mano tímida y huidiza debido al azoro.
De hecho, no todos sus alumnos se sentían impactados pero los elegidos, como Ciro Alegría, eran capaces de descubrir detalles como éste:
“Él sonrió dejando ver unos dientes blanquísimos y luego me condujo hasta la puerta.”
El autor de “La serpiente de oro” recuerda las palabras cariñosas de su maestro Vallejo, quien mostraba preocupación por cada uno los niños de su aula. Esta conducta debe ser un ejemplo para los docentes de hoy, muchos de los cuales jamás dan muestras de un mínimo interés por aquellos a quienes se deben profesionalmente.
-¿Por qué te pusiste a caminar? ¿Te encontraste solo? Un niñito como tú no debe irse lejos de su salón ni de su patio... Este colegio es muy grande... ¿Estás triste?”
En Vallejo no hay nada de convencionalismo. Ni en sus gestos ni su vestimenta. La sinceridad del hombre auténtico, más aún, del poeta auténtico se da en toda circunstancia, y no deja que se le imponga yugos. Por eso, Vallejo se muestra irreverente. Ciro Alegría retrayendo recuerdos de tiempos que mantuvo vívido en su memoria, dice:
“ Me di cuenta de que el profesor no se recortaba el pelo como todos los hombres, sino que usaba una gran melena lacia, abundante, nigérrima. Sin saber a qué atribuirlo, pregunté en voz baja a mi compañero de banco: "¿Y por qué tiene el pelo así?". "Poeta es poeta", me cuchicheó”.
Y he aquí que se revela como una anunciación la personalidad del docente César Vallejo. Ya no es solamente el poeta, es el docente poeta o el docente puro que hace milagros con todo su ser para producir aprendizaje entre sus alumnos.
“La personalidad de Vallejo se me antojó un tanto misteriosa y comencé a hacerme muchas preguntas que no podía contestar. Él había de sacarme de mi perplejidad dando, con la regla, dos golpecitos en la mesa. Era su modo de pedir atención. Anunció que iba a dictar la clase de geografía y, engarfiando los dedos para simular con sus flacas y morenas manos la forma de la tierra, comenzó a decir:”
“-Niñosh... la Tierra esh redonda como una naranja... Eshta mishma Tierra en que vivimos y vemos como shi fuera plana, esh redonda.”
Y continúa:
“Hablaba lentamente, silbando en forma peculiar las eses, que así suelen pronunciarlas los naturales de Santiago de Chuco, hasta el punto en que por tal característica son reconocidos por los moradores de las otras provincias de la región.”
”Se levantó después para dibujar la Tierra en el pizarrón y durante toda la clase nos repitió que era redonda, no siendo eso lo único sorprendente sino también que giraba sobre sí misma. Dio como pruebas las de la salida y puesta del sol, la forma en que aparecen y desaparecen los barcos en el mar y otras más. Yo estaba sencillamente maravillado, tanto de que este mundo en el cual vivimos fuera redondo y girara sobre sí mismo, como de lo mucho que sabía mi profesor. Cuando la campana sonó anunciando el recreo, César Vallejo se limpió la tiza que blanqueaba sobre una de sus mangas, se alisó la melena haciendo correr entre ella los garfios de sus dedos, y salió. Fue a pararse de nuevo junto a la puerta y estuvo allí haciendo como que conversaba con los otros profesores. Digo esto porque tenía un aire muy distraído.”
Percibimos aquí una de sus más trascendentes y destacadas cualidades. Cuando Vallejo, después de ir al encuentro de la “sociedad del porvenir” como él le llamó a la ex Unión Soviética; cuando estuvo en el seno de la guerra civil española, cuando estuvo en París, jamás negó ni escondió su condición de peruano y de andino. Por eso entre los sectores que trabajan cultura y educación hay consenso en la aceptación de que el aporte de Vallejo son componentes espirituales de la identidad nacional y por tanto sustantivos en un Proyecto Nacional de Educación y en un Proyecto Nacional de Desarrollo.
Es verdad que el poeta en el aula no tiene la aceptación entusiasta y unánime de sus alumnos. Ningún docente, ningún hombre, la tiene, más si es un poeta, y más si es un poeta que toma posición abierta por los que sufren.
Desde un comienzo Vallejo va a encontrarse con personas que le brindan sus enconos, sus desamores y sus odios más biliosos y atormentados. El más conocido de su juventud es el que recibe de don Clemente Palma, quien lo invitara a hacerle un favor al pueblo trujillano tirándose a las rieles del tranvía. En honor a la verdad, no fue el único; hubo muchos Clemente Palma después.
“En Trujillo, Vallejo tenía detractores tenaces así como partidarios acérrimos. En casa, como en todas las de la ciudad, las opiniones estaban divididas”
Ciro Alegría describe con éxito la figura del maestro de aula César Vallejo. Si reparemos el momento del desfile cívico, la gente al verlo exclama: “¡Ahí va Vallejo!”. Es identificable por donde va. Desde sus años mozos, su semblante y su figura sobresale entre la multitud.
“No me cabía duda de que ese hombre extraño era un gran artista, aunque a nadie hubiera podido explicarle bien por qué lo creía. Esta ocasión llegó una tarde, antes de clase. Uno de mis compañeros manifestó que su padre afirmaba que Vallejo no era nadie, ni siquiera como poeta. Mi madre me había dicho que honrara y respetara a los maestros, porque su tarea es muy noble, y le reproché:”
”-¿Y qué? Es profesor y eso es bueno...”
“-¿Crees que ser profesor es una gran cosa? Y todavía ser el último profesor de un colegio, el de primer año... Un "muerto de hambre"...
Asimismo, el testimonio nos da a conocer los desprecios de los sectores sociales poderosos contra el maestro César Vallejo. Los alumnos que provienen de las familias acomodadas traen al aula los comentarios que escuchan en sus casas, sin ningún recato lo llaman “muerto de hambre”.
De hecho, el desprecio de estos sectores contra el profesor y poeta Vallejo es la expresión del desprecio que sienten los grupos de poder contra los maestros en general.
Recién comencé a darme cuenta del desdén con que se mira a los profesores en el Perú. El chico que hablaba era miembro de una de las grandes familias de la ciudad, e hijo de un médico famoso. Estaba muy pagado de todo ello y, para terminar de apabullar al pobre profesor, dijo:”
“-Ni siquiera como poeta sirve... mejor es Chocano. Es lo que dice mi padre, que sabe lo que habla.”
“Al recordarlo, siempre tuve la impresión de que estaría haciendo un duro camino de artista y hombre cargado de penas y distancias.”

El testimonio refiere el mundo interior del poeta. “Sus ojos oscuros brillaban como si hubieran lágrimas en ellos”. “Nunca he visto un hombre que pareciera más triste”.
Vallejo encarna la trayectoria de vida de una parte de la humanidad que construye su futuro y que al ser sometida pierde su libertad y sus posibilidades de realización. Vallejo encarna la esperanza y el optimismo de esa cultura.
Vallejo es un ejemplo de maestro. Cierto. No todos los maestros pueden ascender a las cimas de la poesía, no están obligados a ello. Lo importante es que den todo de sí y que pongan en el centro de su diario trajín a sus alumnos para que éstos logren aprendizajes fundamentales y se comprometan con el país y las mayorías de las mayorías.
En la descripción de Ciro Alegría vemos a un Vallejo preocupado, esmerado por sus alumnos. Hoy cuando los maestros han perdido mucho de su autoestima y de la estima a sus alumnos, Vallejo también es un referente para los que ejercen la responsabilidad de educar a los hijos de nuestro pueblo.
El escritor Ciro Alegría sin que tenga – estamos seguros- el propósito de resaltar las cualidades didácticas y metodológicas del docente César Vallejo, hace una apreciación pedagógica de su maestro. Nos muestra un docente que hace pedagogía recurriendo al auxilio de la poesía, que brota en él desde el fondo de su alma de manera natural.
Ese es el maestro César Vallejo, que ya en Europa fue maestro de marxismo. Sus alumnos ya no eran los niños de Perú, sino los obreros de París. Pero este será un tema de un próximo artículo.

martes, 16 de junio de 2009

Carta de Toro Sentado al presidente norteamericano Franklin Pierce

La lucha de las poblaciones nativas contra la "modernidad" y el "desarrollo" siempre dio hermosas lecciones de vida a la humanidad. He aquí una declaración de un jefe piel roja, que responde al interés del presidente norteamericano de comprar sus tierras. Bueno, el presidente de los Estados Unidos quería comprarlas, el presidente del Perú pretendía arrebatarlas para provecho de sus insatisfechos socios. Julio Yovera B (Chilalo Cuatro ojos)


"El Gran Jefe de Washington manda decir que desea comprar nuestras tierras. El Gran Jefe también nos envía palabras de amistad y buena voluntad. Apreciamos esta gentileza porque sabemos que poca falta le hace, en cambio, nuestra amistad. Vamos a considerar su oferta, pues sabemos que, de no hacerlo, el hombre blanco podrá venir con sus armas de fuego y tomarse nuestras tierras. El Gran Jefe de Washington podrá confiar en lo que dice el Jefe Seattle con la misma certeza con que nuestros hermanos blancos podrán confiar en la vuelta de las estaciones. Mis palabras son inmutables como las estrellas.

¿Cómo podéis comprar o vender el cielo, el calor de la tierra?

Esta idea nos parece extraña. No somos dueños de la frescura del aire ni del centelleo del agua. ¿Cómo podríais comprarlos a nosotros? Lo decimos oportunamente. Habéis de saber que cada partícula de esta tierra es sagrada para mi pueblo. Cada hoja resplandeciente, cada playa arenosa, cada neblina en el oscuro bosque, cada claro y cada insecto con su zumbido son sagrados en la memoria y la experiencia de mi pueblo.

La savia que circula en los árboles porta las memorias del hombre de piel roja.
Los muertos del hombre blanco se olvidan de su tierra natal cuando se van a caminar por entre las estrellas. Nuestros muertos jamás olvidan esta hermosa tierra porque ella es la madre del hombre de piel roja. Somos parte de la tierra y ella es parte de nosotros.

Las fragantes flores son nuestras hermanas; el venado, el caballo, el águila majestuosa son nuestros hermanos. Las praderas, el calor corporal del potrillo y el hombre, todos pertenecen a la misma familia. "Por eso, cuando el Gran Jefe de Washington manda decir que desea comprar nuestras tierras, es mucho lo que pide. El Gran Jefe manda decir que nos reservará un lugar para que podamos vivir cómodamente entre nosotros. El será nuestro padre y nosotros seremos sus hijos. Por eso consideraremos su oferta de comprar nuestras tierras.

Mas, ello no será fácil porque estas tierras son sagradas para nosotros.
El agua centelleante que corre por los ríos y esteros no es meramente agua sino la sangre de nuestros antepasados.

Si os vendemos estas tierras, tendréis que recordar que ellas son sagradas y deberéis enseñar a vuestros hijos que lo son y que cada reflejo fantasmal en las aguas claras de los lagos habla de acontecimientos y recuerdos de la vida de mi pueblo. El murmullo del agua es la voz del padre de mi padre.
Los ríos son nuestros hermanos, ellos calman nuestra sed. Los ríos llevan nuestras canoas y alimentan a nuestros hijos. Si os vendemos nuestras tierras, deberéis recordar y enseñar a vuestros hijos que los ríos son nuestros hermanos y hermanos de vosotros; deberéis en adelante dar a los ríos el trato bondadoso que daréis a cualquier hermano.

Sabemos que el hombre blanco no comprende nuestra manera de ser. Le da lo mismo un pedazo de tierra que el otro porque él es un extraño que llega en la noche a sacar de la tierra
lo que necesita. La tierra no es su hermano sino su enemigo.

Cuando la ha conquistado la abandona y sigue su camino. Deja detrás de él las sepulturas de sus padres sin que le importe. Despoja de la tierra a sus hijos sin que le importe. Olvida la sepultura de su padre y los derechos de sus hijos.

Trata a su madre, la tierra, y a su hermano el cielo, como si fuesen cosas que se pueden comprar, saquear y vender, como si fuesen corderos y cuentas de vidrio. Su insaciable apetito devorará
la tierra y dejará tras sí sólo un desierto.
No lo comprendo. Nuestra manera de ser es diferente a la vuestra.

La vista de vuestras ciudades hace doler los ojos al hombre de piel roja. Pero quizá sea así porque el hombre de piel roja es un salvaje y no comprende las cosas. No hay ningún lugar tranquilo en las ciudades del hombre blanco, ningún lugar donde pueda escucharse el desplegarse de las hojas en primavera o el orzar de las alas de un insecto. Pero quizá sea así porque soy un salvaje y no puedo comprender las cosas. El ruido de la ciudad parece insultar los oídos.

¿Y qué clase de vida es cuando el hombre no es capaz de escuchar el solitario grito de la garza o la discusión nocturna de las ranas alrededor de la laguna? Soy un hombre de piel roja y no lo comprendo. Los indios preferimos el suave sonido del viento que acaricia la cala del lago y el olor del mismo viento purificado por la lluvia del mediodía o perfumado por la fragancia de los pinos.
El aire es algo precioso para el hombre de piel roja porque todas las cosas comparten el mismo aliento: el animal, el árbol y el hombre.

El hombre blanco parece no sentir el aire que respira. Al igual que un hombre muchos días agonizante, se ha vuelto insensible al hedor.

Mas, si os vendemos nuestras tierras, debéis recordar que el aire es precioso para nosotros, que el aire comparte su espíritu con toda la vida que sustenta. Y, si os vendemos nuestras tierras, debéis dejarlas aparte y mantenerlas sagradas como un lugar al cual podrá llegar incluso el hombre blanco a saborear el viento dulcificado por las flores de la pradera.

Consideraremos vuestra oferta de comprar nuestras tierras. Si decidimos aceptarla, pondré una condición: que el hombre blanco deberá tratar a los animales de estas tierras como hermanos. Soy un salvaje y no comprendo otro modo de conducta. He visto miles de búfalos pudriéndose sobre las praderas, abandonados allí por el hombre blanco que les disparó desde un tren en marcha.

Soy un salvaje y no comprendo como el humeante caballo de vapor puede ser más importante que el búfalo al que sólo matamos para poder vivir.

¿Qué es el hombre sin los animales?
Si todos los animales hubiesen desaparecido, el hombre moriría de una gran soledad de espíritu. Porque todo lo que ocurre a los animales pronto habrá de ocurrir también al hombre.
Todas las cosas están relacionadas entre sí.

Vosotros debéis enseñar a vuestros hijos que el suelo bajo sus pies es la ceniza de sus abuelos.
Para que respeten la tierra, debéis decir a vuestros hijos que la tierra está plena de vida de nuestros antepasados.

Debéis enseñar a vuestros hijos lo que nosotros hemos enseñados a los nuestros: que la tierra es nuestra madre. Todo lo que afecta a la tierra afecta a los hijos de la tierra. Cuando los hombres escupen el suelo se escupen a sí mismos.

Esto lo sabemos: la tierra no pertenece al hombre, sino que el hombre pertenece a la tierra. El hombre no ha tejido la red de la vida: es sólo una hebra de ella. Todo lo que haga a la red se lo hará a sí mismo. Lo que ocurre a la tierra ocurrirá a los hijos de la tierra. Lo sabemos. Todas las cosas están relacionadas como la sangre que une a una familia.

Aún el hombre blanco, cuyo Dios se pasea con él y conversa con el -de amigo a amigo no puede estar exento del destino común-. Quizá seamos hermanos, después de todo. Lo veremos.

Sabemos algo que el hombre blanco descubrirá algún día: que nuestro Dios es su mismo Dios. Ahora pensáis quizá que sois dueño de nuestras tierras; pero no podéis serlo. El es el Dios de la humanidad y Su compasión es igual para el hombre blanco.

Esta tierra es preciosa para El y el causarle daño significa mostrar desprecio hacia su Creador. Los hombres blancos también pasarán, tal vez antes que las demás tribus. Si contamináis vuestra cama, moriréis alguna noche sofocados por vuestros propios desperdicios. Pero aún en vuestra hora final os sentiréis iluminados por la idea de que Dios os trajo a estas tierras y os dio el dominio sobre ellas y sobre el hombre de piel roja con algún propósito especial.

Tal destino es un misterio para nosotros porque no comprendemos lo que será cuando los búfalos hayan sido exterminados, cuando los caballos salvajes hayan sido domados, cuando los recónditos rincones de los bosques exhalen el olor a muchos hombres y cuando la vista hacia las verdes colinas esté cerrada por un enjambre de alambres parlantes.

¿Dónde está el espeso bosque? Desapareció.
¿Dónde está el águila? Desapareció.
Así termina la vida y comienza la supervivencia......"
__._,_.___

miércoles, 3 de junio de 2009

De verdad, Vallejo en los Infiernos



Eduardo González Viaña


Tomado de Bosque de Palabras



“César Vallejo escuchó los pasos de su madre trajinando en la cocina y tarareando una canción. Su voz era sobrenatural. Iluminaba los espacios y hacía que se perdieran el peso y la densidad de los objetos.
Escuchándola, y sin darse cuenta, César dejó caer la taza de café y aquella no hizo ruido al chocar contra el suelo. Cuando la madre caminaba cantando, el mundo recuperaba la naturaleza musical de su origen. La luz se partía. Los arroyos y las montañas, el viento y los árboles parecía que cantaban. Llegaba la noche, y hasta la luz de la Luna comenzaba a temblar.”
-Ahora, no me diga usted que este libro es cien por ciento real- me reclama un periodista italiano con motivo de la edición de mi novela “Vallejo en los infiernos” en ese idioma.
Acaba de leer en voz alta el fragmento anterior, y, aunque lo considera bello, le fastidia que una taza de café no haga ruido al chocar con el suelo.
-No. No es real.-respondo.
- Ah… ¿Admite usted que lo que escribe no es real?
-No es real una vez. Lo es dos, tres y muchas veces más.
Lo digo por varias razones.
La primera: Como lo denuncio en mi novela, César Vallejo fue en realidad un preso político y un candidato a pasar largo tiempo en la cárcel o a morir de súbito castigado por sus ideas socialistas. Los críticos y comentaristas de su obra suelen dedicar sólo unas líneas breves –y a veces mezquinas- a este hecho, que es fundamental en la gesta de “Trilce” y en la comprensión de ese libro y del propio país que le da origen.
Nuestro poeta fue testigo y denunciante de un acto criminal ocurrido en Santiago de Chuco, su pueblo, (1920) cuando azuzados por los poderosos, los gendarmes acantonados allí se levantaron en armas, intentaron eliminar a las autoridades locales y asesinaron a un intelectual amigo del poeta. Con piedras y con sus propias fuerzas, los vecinos impidieron que aquello se convirtiera en un genocidio.
La acción judicial fue iniciada contra los gendarmes y sus instigadores. Sin embargo, movida por fuerzas misteriosas, la Corte Superior de Trujillo la convirtió en una investigación judicial contra los denunciantes y las propias víctimas. El juez ad hoc enviado al lugar de los hechos festinó trámites, fabricó pruebas, inventó personas, dibujó firmas de personas ausentes y, bajo tortura, obtuvo la confesión de un supuesto autor material de los crímenes quien decía haber sido armado por Vallejo.
Cuando el abogado del poeta, pidió que el supuesto sicario fuera llevado ante la Corte de Trujillo, la “justicia” lo envió atado al lomo de una mula bajo custodia armada. A la mitad del camino, sus captores lo bajaron del animal y lo mataron a balazos aduciendo que había intentado huir.
Por casualidad, el juez ad hoc era también abogado de poderosas empresas donde habían estallado sublevaciones sociales, Casagrande, que en vez de salarios ofrecía coca y raciones de comida a sus trabajadores, y Quiruvilca, la mina donde miles de indios eran empujados a trabajar 20 horas al día hasta la extenuación, la tuberculosis y la muerte.
En la Universidad de Trujillo, había nacido entonces una generación de jóvenes intelectuales atraídos por el socialismo, por el anarquismo o por la sola idea cristiana de liberar a los oprimidos. Las grandes empresas y sus agentes querían escarmentarlos, inventarles algún sambenito y eliminarlos físicamente si fuera posible. Vallejo fue la víctima escogida, el incendiario, el terrorista de la época.
La segunda razón para aducir la realidad de mi novela es algo que no se suele contar: Vallejo, uno de los grandes poetas de la lengua castellana en el siglo XX, no pudo regresar jamás a su país. Si lo hubiera hecho, habría sido conducido de inmediato a los infiernos de alguna cárcel tremebunda. Ello se debe a que el proceso penal instaurado contra él nunca se extinguió, y sus enemigos anduvieron todo el tiempo buscando la extradición.
Los comentarios académicos obvian este hecho, y aluden a una risible “pasión metafísica” su imposible retorno.
La tercera razón, por fin, es que lo que fue real en 1920 se repite hasta la saciedad en nuestro tiempo. Quiruvilca, -denunciada por Vallejo en su “Tungsteno” y evocada en mi libro “Vallejo en los infiernos”- se parece entrañablemente en los días actuales a Yanacocha. Esta mina de oro, la más rica del mundo, se encuentra ubicada en Cajamarca, una región “vallejiana” en la que el setenta por ciento de la población padece extrema pobreza. Las denuncias de contaminación son frecuentes. Por fin, los sacerdotes que encabezan la protesta son amenazados de muerte y perseguidos por una banda de forajidos en estrecha relación con el cuerpo de seguridad de la mina.
-Amigo Gianluigi.- le digo al periodista. -Tiene usted razón. “Vallejo en los infiernos” no es real una vez. Lo es una y otra vez. Espero que no por mucho tiempo. Y también es real que un facineroso a sueldo, armado de un martillo, esperaba al poeta para acabar con él en las oscuridades del calabozo donde pasó su primera noche.
Esas son realidades diabólicas. Otras, y muy diferentes son las realidades poéticas. Y por obra de ellas, es verdad que la taza de café se quedó flotando. Y también es verdad que:
“Cuando la madre caminaba cantando, el mundo recuperaba la naturaleza musical de su origen. La luz se partía. Los arroyos y las montañas, el viento y los árboles parecía que cantaban. Llegaba la noche, y hasta la luz de la Luna comenzaba a temblar.”


Eduardo González Viaña,
Perú
Para recitar y cantar a Vallejo al lado de Tania Libertad, haga clic en:

domingo, 24 de mayo de 2009

El pensamiento dialéctico de Vallejo




De “Los heraldos negros” a “Poemas humanos”
Por Julio Yovera B.


1.- Heraldos negros: la voz de una raza.

Un creador –como lo señaló magistralmente el pintor ecuatoriano / universal Oswaldo Guayasamín - se nutre de las experiencias de “piel adentro y de piel afuera”. Las primeras tienen que ver con sus vivencias directas y las segundas con la vida de los pueblos.

En el caso de César Vallejo, las experiencias de “piel adentro” son sus sentimientos, afectos, emociones, dolores y alegrías, y las de “piel afuera” los golpes pasados y presentes que sufrieron y sufren los pueblos y la humanidad. Vallejo, como hombre informado, sabía de las agresiones, saqueos y exterminios que sufrió nuestra cultura ancestral.

No cabe la menor duda que a ello se refirió también cuando en Los heraldos negros habla de los “golpes como del odio de Dios.” No es desconocido que las culturas del Perú pre hispánico fueron saqueadas. Ahí donde había evidencias de riquezas, los hispanos no dejaron “piedra sobre piedra”.

La primera guerra mundial representó uno de los golpes más grandes sufridos por la humanidad. Vallejo, debido a la fuerte influencia del pensamiento católico de su hogar (sus dos abuelos fueron curas) era entonces un creyente que cuestionaba y emplazaba a Dios: “Si tú hubieras sido hombre, / hoy supieras ser Dios” (Los dados eternos, poema de Los heraldos negros) pero era también el poeta que sentía a Dios como un compañero de aula, de trabajo o de cuitas: “Siento a Dios que camina / tan en mí, con la tarde y con el mar” (Dios, Los heraldos…).

No obstante ello, Vallejo avanza, desarrolla, para decirlo en el lenguaje de la pedagogía, infraestructura cognitiva o, para decirlo dialécticamente, su pensamiento y su ideología evolucionan. Por lo tanto, no le basta afirmar que los golpes que sufren los pueblos son consecuencia del “odio de Dios”.

¿Las desgracias tienen causas humanas? Hablemos de la muerte. Existe una muerte natural que es inevitable. Hasta ahora la ciencia no puede proclamar la infinitud de la vida; pero la muerte de millones de niños por hambre, la muerte de millones de seres humanos por efectos de las guerras ¿se pueden evitar?, ¿los odios racistas y fundamentalistas pueden evitarse?, ¿el exterminio de los nazis contra los judíos pudo evitarse?, ¿el crimen de los sionistas judíos contra el pueblo palestino es designio inevitable?, ¿el crimen de los yanquis contra los pueblos y naciones del planeta puede evitarse?

El poeta Vallejo, en verdad, no afirma que los golpes provengan de Dios. Sí reconoce que son golpes fuertes “como del odio de Dios”, pero no dice que los golpes provengan de Dios. Es preciso que identifiquemos la diferencia. Vallejo señala que puede ser que los golpes provengan del poder, sino qué son: “los potros de bárbaros Atilas? ¿no es acaso una metáfora que alude al poder salvaje?


Independientemente que los golpes sean cuantitativamente pocos, lo grave es que son. Llegan. Nos convierten en seres mustios, nos sellan la cara y en el alma por una desgracia personal que no estaba prevista, que nos agarró cuando menos lo esperábamos, y también por desgracias colectivas que pueden ser previsibles pero que se tornan destino inevitable.


El poeta expresa la angustia de todos los seres que caen derrotados una y otra vez; que sufren y son víctimas de las desgracias humanas personales, sociales y cósmicas. Puede uno tener una fe inmaculada, entusiasta, adorable, y sin embargo puede blasfemar en algún momento. A lo largo de nuestra vida, cuando tenemos la certeza que los golpes recibidos no los merecemos, no hemos dicho “¿por qué a mí?”, “¿por qué a nosotros?”


No son pocos los momentos en que nos sentimos culpables porque precisamente cuando sentíamos que el objetivo previsto lo lográbamos ocurre algo imprevisto y nos frustramos. Concluimos entonces que estamos siendo golpeados y ya no nos quedan fuerzas para resistir. Con resignación aceptamos lo que viene.


Los heraldos negros es la voz individual de un hombre que ama y sufre, que tiene nostalgia. Sus sentimientos, sus misterios íntimos se empozan en el alma. Los heraldos negros no solo nos habla de Dios sino también, desde un lirismo puro, evoca a la mujer lozana y fresca, el amor ingenuo de juventud, que se quedó bajo el cielo límpido de la tierra natal, y por eso se convierte en "idilio muerto".



Afloran también recuerdos de la infancia, evoca los días ya lejanos que pasó con los suyos en su casa de Santiago de Chuco, extraña al hermano menor que murió temprano, al poyo que congregaba a la familia, a la madre que era todo amor y que hasta en sus reproches tenía la bondad del pan.


El Amauta José Carlos Mariátegui, que en Europa encuentra el marxismo asumiéndolo no como dogma sino como concepción y como método de investigación de la ciencia, en sus “7 Ensayos de Interpretación de la realidad peruana”, (1928), su obra cimera, dice lo siguiente sobre Vallejo:


“Hay en Vallejo un americanismo genuino y esencial; no un americanismo descriptivo y localista. Vallejo no recurre al folklore. La palabra quechua, el giro vernáculo no se injertan artificiosamente en su lenguaje; son en él producto espontáneo, célula propia, elemento orgánico. Se podría decir que Vallejo no elige sus vocablos. Su autoctonismo no es deliberado. Vallejo no se hunde en la tradición, no se interna en la historia para extraer su oscuro substractum perdidas emociones. Su poesía y su lenguaje emanan de su carne y su ánima. Su mensaje está en él. El sentimiento indígena obra en su arte quizá sin que él lo sepa ni lo quiera”. (José Carlos Mariátegui, 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana)


Para Mariátegui, Vallejo es el poeta del Perú. Antes de él, en las páginas de la literatura peruana moderna, la gente sencilla estaba reducida a la condición de figura pintoresca y folklórica.

Con Vallejo se restablece el hilo de continuidad histórica, aunque en géneros diferentes, con obras fundamentales para la forja de la identidad nacional, como la Garcilaso Inca de la Vega (1561 – 1614), de Felipe Guamán Poma de Ayala (¿1838 – 1620?), y de los más recientes: Mariátegui, Basadre, Caro y Arguedas.



2.- Trilce: la libertad del creador



A finales de la década del 20 del siglo pasado, Vallejo decide ir a París. Antes de hacerlo, impulsado por una necesidad vital, retorna a su natal Santiago de Chuco. Añora y desea respirar en familia el olor de la tierra, sentir a flor de piel el amor y la ternura de su gente, recorrer sus calles, acaso también indagar y hasta mirar de soslayo a la “Andina y dulce Rita”, visitar la tumba de la madre que en 1918 había muerto y cuyos recuerdo e imagen afloran intensamente en su ser y por eso, con la veneración de buen hijo, le confiesa:



Madre, voy mañana a Santiago,
A mojarme en tu bendición y tu llanto
Acomodando estoy mis desengaños y el rosado
De llaga de mis falsos trajines.

(Trilce)



Su estadía en Santiago de Chuco, a mediados de Julio de 1921, coincide con conflictos que pudo ser uno de los tantos que suelen darse entre familias de provincia, pero que en este caso termina de manera lamentable. Se produce un incendio y mueren dos policías y un amigo de la familia Vallejo, Antonio Ciudad. Se le culpa a César de instigador.



Señalan sus biógrafos que las “pruebas” con la que se le acusa no son más que referencias sobre la vida de un santiaguino rebelde, solidario y fraterno, querendón con la gente humilde y terriblemente sospechoso por su condición de poeta.


Como empleado o como profesor, Vallejo ha llegado a conocer perfectamente la vida de los desheredados y fluye en él, desde sus raíces y de manera espontánea, el rechazo y la protesta contra un injusto estado de cosas. Ese “delito” lo hace culpable a los ojos de los gendarmes del sistema y es confinado desde el 6 de noviembre de 1921 hasta el 26 de febrero de 1922, a la cárcel, ¡192 días de injusta prisión!



Oh las cuatro paredes de la celda
Ah las cuatro paredes albicantes
Que sin remedio dan el mismo número

(Poema XVIII, Trilce)

Gracias a la solidaridad de sus hermanos poetas, de los trabajadores de la cultura y de la colectividad progresista de La Libertad, del país y de América Latina, logra su libertad condicional.

Sale con poemas fraguados en la cárcel. Con el alma herida vuelve a Lima y se inserta a su labor intelectual, pero convencido, ahora más que nunca, que debía salir del país. La cárcel marca a los seres que la sufren, pero marca más a los que inmerecidamente son confinados en ella.


En el país, el sistema tiene fama de castigar a los hombres críticos: Vallejo estuvo preso; lo mismo le aconteció a José Carlos Mariátegui, su “delito” fue tratar de darles luz y entendimiento a los peruanos de buena voluntad y de contribuir a la creación de "un Perú dentro de un mundo nuevo"; también la sufrió el maestro José María Arguedas (1911 – 1969), cuyo compromiso con su pueblo y cuya aporte para entender el Perú como un país de todas las sangres, no impidió que vaya al Sexto. Lo mismo ocurrió con el historiador Jorge Basadre y con el maestro José Antonio Encinas, forjador de una propuesta educativa intercultural.


En 1922 publica con el apoyo del Grupo “Norte” su segundo libro de poesía, “Trilce”. La obra fue recibida con la más absoluta indiferencia por la crítica oficial. ¿Qué originó esta reacción? De un lado, el desprecio de las clases dominantes y sus representantes culturales con obras “raras”, sobretodo si son hechura de un creador revolucionario. De otro, la ignorancia de los aludidos sectores, que los hace levantar muros de indiferencia contra todo aquello que no coincida con sus gustos, mediocres en la mayoría de los casos.


Sólo su amigo de juventud, Antenor Orrego (1892 – 1960) saluda a “Trilce”, y advierte que “A partir de este sembrador se inicia una nueva época de la libertad, de la autonomía poética, de la vernácula articulación verbal”. Orrego cala la esencia de una obra que no tenía antecedente en la poesía peruana y española, pues, es la primera que rompe moldes no sólo literarios, sino también gramaticales y semánticos.


Por su parte, Luis Alberto Sánchez hizo un comentario en el que refleja su extrañeza y desorientación: “¿por qué Vallejo ha escrito Trilce?, “ha lanzado un libro incomprensible y estrambótico?”


Lo que Sánchez llama “libro estrambótico” no es más que una obra que eleva al reino de la poesía los hechos cotidianos y convierte en símbolos poéticos a los seres modestos y a los objetos más domésticos.





¿Qué se llama cuanto heriza nos?


Se llama Lo mismo que padecenombre


nombre nombre nombrE.?



Vallejo logra con la maestría del creador auténtico una permanente vibración íntima:



Rechinan dos carretas,


contra los martillos


hasta los lagrimales trifurcas,


cuando nunca las hicimos nada.


A aquella otra sí, desamada,


amargurada bajo túnel campero


por lo uno, y sobre duras ájidas


pruebas espiritivas.


Los poemas de Trilce carecen de expresiones y giros literarios retóricos y grandilocuentes. No tienen una redacción rebuscada. “Trilce” carece de acústica sonora, de metáforas coloridas. Es sí una fuerza íntima que golpea el pensamiento y arruga la piel, como si fuera una narración hecha en casa, a la hora que caen las primeras sombras de la noche.



"Aguedita, Nativa, Miguel,


cuidado con ir por ahí, por donde


acaban de pasar gangueando sus memorias


dobladoras penas,


hacia el silencioso corral,


y por dondelas gallinas que se están acostando todavía,


se han espantado tanto.


Mejor estemos aquí no más.


Madre dijo que no demoraría."




(Fragmento del Poema III, Trilce)



“Trilce” es como el viento que trepa los senderos, el haz luminoso que desciende como la luz del sol a los abismos, como la lluvia que entumece los huesos pero que a la vez humedece la vida.



Cielos de puna descorazonada


por gran amor, los cielos de platino,


torvosde imposible.

Rumia la majada y se subraya

de un relincho andino.
(Fragmento del poema LXIII, Trilce)

“Trilce” es tristeza intensa y dulce canto, es llanto y es fe, es condena y es esperanza, es una obra pulsada de cotidianidad que adquiere trascendencia. Sólo quien es capaz de traducir sus emociones personales desde una perspectiva estética intensa hace arte verdadero.



“He almorzado solo ahora, y no he tenido
madre, ni súplica, ni sirviente, ni agua,
ni padre que en el fecundo ofertorio
de los choclos, pregunte por su tardanza
de imagen, por los broches mayores del sonido”
(Poema XXVIII de Trilce)


“Trilce”, en suma, es la palabra desnuda de un poeta auténtico salido de un valle de la sierra del Perú, desde donde el dorso de la cordillera no roza sino desgarra el cielo. Vallejo, en definitiva, ha encontrado en la poesía la forma principal aunque no exclusiva de expresión; lo hace rompiendo todas las formas literarias conocidas hasta entonces. Su acto creador es de por sí un acto subversivo.



Es de madera mi paciencia,


sorda, vejetal.




Día que has sido puro, niño, inútil,


que naciste desnudo, las leguas


de tu marcha, van corriendo sobre


tus doce extremidades, ese doblez ceñudo


que después deshiláchase


en no se sabe qué últimos pañales.




Constelado de hemisferios de grumo,


bajo eternas américas inéditas,


tu gran plumaje,


te partes y me dejas, sin tu emoción ambigua,


sin tu nudo de sueños, domingo.




Y se apolilla mi paciencia,


y me vuelvo a exclamar: ¡Cuándo vendrá


el domingo bocón y mudo del sepulcro;


cuándo vendrá a cargar este sábadode harapos,


esta horrible sutura


del placer que nos engendra sin querer,


y el placer que nos DestieRRa!



En la poesía de Trilce se expresa una cultura cuya fortaleza se asemeja a las montañas tutelares, inmensa y consistente. Es una cultura que a pesar de sufrir cuatro siglos y medio de sufrimiento es capaz de cantar sin dejar de luchar. Vallejo como ningún otro representa a ese pueblo, a esa especie, y por eso José Carlos Mariátegui, lo llama en los “7 Ensayos…” el poeta de “una raza y de una estirpe.”

3.- Poemas humanos y poemas en prosa: la universalidad de Vallejo



El 17 junio de 1923 en el vapor Oroya Vallejo va a Europa y no retorna más. Sin embargo, sus años de lucha y de trabajo en el viejo continente no lo desarraigan de su terruño ni de su patria. En sus obras y en sus trajines, y en general a lo largo de toda su existencia, hasta la hora de su muerte, porta el sello inconfundible de su espíritu andino.


Francia es uno de los países vencedores de la guerra, goza del prestigio de ser la cuna de la democracia moderna. Por esos años emergen con fuerza las tendencias de izquierda. En 1924, hay un gobierno de centro izquierda, presidido por Edouard Herriot (1872 – 1957). Se desarrollan políticas económicas propias de un Estado de Bienestar; se atienden las demandas laborales y se garantizan los derechos básicos de la ciudadanía.


París es una ciudad apropiada para la creación. La ciudad luz atrapa desde el primer instante. París es y seguirá siendo La Meca del arte y la inteligencia. El estudioso mexicano Miguel Arnulfo Ángel ha hecho un magnífico inventario de opiniones de intelectuales y artistas que en algún momento de sus vidas fueron tocados por París, él mismo señala que:


“permanecerá con sus palacios, templos y galerías medievales, renacentistas y clásicos como la ciudad del arte y la política que supo acabar con el derecho divino para devolverlo a los ciudadanos”.


Para el escritor ítalo francés Guillaume Apollinaire (1880 - 1918)


“La Torre Eiffel sobresale con el sabor antiguo, más bien religioso, como pastora de rebaños de autobuses mugientes e inmigrantes, mientras se anda solo entre la multitud”.


El poeta chileno Vicente Huidobro (1893 – 1948 ) dice que:


París es Notra Dame, Montmartre, el Sena, el obelisco, las mismas calles que atan al que se quiera marchar”

En París Vallejo ejerce diversas actividades relacionadas con el periodismo. Mantiene comunicación con su familia. Por sus escritos se sabe que él suponía una permanencia corta pero, igual que otros, terminó atrapado por el encanto. Años después se convencería (¿acaso con nostalgia?) que París sería el lugar donde reposaría para siempre:




“Me moriré en Paría con aguacero
un día del cual tengo ya el recuerdo”


En 1924 muere su padre. En 1925 trabaja en el periodismo. Se hace corresponsal de “Mundial” de Lima, Perú, cuyo director era Andrés Arumburú Salinas y que se convierte en la más importante publicación de su tiempo. Desde 1920 hasta 1931 fue una tribuna del pensamiento, en sus páginas aparecieron artículos de peruanos notables como el propio Vallejo, José Carlos Mariátegui, Jorge Basadre (1903 – 1980), Raúl Porras Barrenechea, (1897 – 1960) Aurelio Miró Quesada Sosa (1907 – 2000), Ángela Ramos (1896 – 1998), Magda Portal (1900- 1989), Dora Mayer (1868 – 1959), entre otros.


Un año después aparecen artículos suyos en la Revista “Variedades”.Con estas publicaciones mantiene un lazo con su país, tiene un espacio para reflexionar sobre los problemas del mundo contemporáneo y los problemas estructurales del Perú. Al igual que Mariátegui, tiene la oportunidad de encontrar respuesta a preguntas medulares que se había hecho.

Ese año se funda la empresa Los Grandes Periódicos Latinoamericanos, consorcio de las publicaciones hechas en los países de nuestra latitud; Vallejo es nombrado secretario de esa empresa.


Viaja por primera vez a España. Su amigo Pablo Abril de Vivero le había gestionado ante el gobierno español una beca de 300 pesos.
Mal que bien tiene un ingreso, pero la bella París no era la tierra prometida, ni el cielo que arrojaba maná, por lo menos no para los intelectuales y los artistas que se habían comprometido con la revolución, que son los que con frecuencia poseen talento y genialidad y los que con frecuencia el orden existente arroja del paraíso y condenan a la miseria.

Algunos escritores y artistas vanguardistas y post vanguardistas que abrazaron la causa de los pueblos, terminron asumiendo una militancia política que los conviertió ante los ojos de los grupos de poder en seres que despertaban sospechas.

En 1926 conoce a Henrriete Maisse y se hacen pareja. Poco se sabe de ella, excepto que fue costurera y que amó a Vallejo. La relación concluye en 1928 (¿1929?)

Además de Vicente Huidobro, tiene como amigos a personalidades del arte y la cultura: Juan Gris (seudónimo del pintor cubista español José Victoriano Gonzáles Pérez (1887 – 1927), Waldo Frank, narrador y ensayista norteamericano (1889 – 1967), Marcel Aymé, dramaturgo francés (1902 – 1967), Antonin Artaud, escritor francés (1896 – 1948), Robert Desnos, poeta francés (1900 – 1945).

En 1927 por un imperativo moral, renuncia a la beca que le otorga el gobierno de España y también a su puesto de secretario de la empresa La Gran Prensa Latinoamericana. Está cansado y dice: “todo esto no es ni yo ni mi vida” (Allá ellos, Georgette de Vallejo)

En 1928 cae en enfermo y suspende sus actividades.

Su interés por la política revolucionaria, que al igual que Mariátegui la sentía como un postulado filosófico y religioso, lo llevó a militar en el APRA, lo hace cuando éste es un frente único que encarnaba la bandera de la justicia social. Por entonces aún permanecen juntos Mariátegui y Haya de La Torre. En los próximos años se bifurcarían las sendas y llegarían a ser dos proyectos distintos.

En 1927 Vallejo, se une literalmente “para siempre” a Georgette Phillipar, y ésta se une al poeta “más allá de su vida y de su muerte.” Georgette se conviertió desde entonces en la ardiente defensora de su obra y legado.

No todos los que la conocieron la apreciaron. Para el poeta Pablo Neruda, la compañera de Vallejo es “una francesa tiránica y presumida”. En cambio, para Octavio Paz, el poeta mexicano, era una mujer extraordinariamente bella y agradable. Como fuere, lo admirable es la pasión que pone la esposa en defensa de la memoria, el recuerdo, la trayectoria y la obra del hombre amado. Georgette, logró, con su esfuerzo, darle a Vallejo un lugar en el cementerio de Montparnass, donde alguna vez confesó que allí “quería descansar”. Cuando logró ese propósito, se vino a luchar y a morir en el Perú (Obra referida)

Por esos años Vallejo vivía una actividad intelectual, cultural y polìtica intensa. Las miradas de los militantes y amigos del socialismo, y también la de sus declarados detractores están puestas en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Vallejo va hacia allá, no como un propagandista apologético, sino como estudioso y reportero.

La construcción del nuevo orden lo impresiona, más aún, cuando a pesar de las trampas y los sabotajes de las fuerzas conservadoras internas y del poder monopólico internacional, obtiene contundentes victorias.

La revolución dirigida por los bolcheviques vivía momentos duros. Pese a que la guerra mundial había arruinado la economía del país y que en 1921, 5 millones de personas morían por efecto del hambre, pese a la crisis agrícola y a la ruina de la cosecha, a la natural convulsión que ocasiona una revolución; pese a todo ello, los pueblos de la URSS, bajo la conducción de su líder histórico, Lenin (1870 – 1924), traza una política de apertura económica, NEP, alcanzándose mejoras en la sociedad soviética. Hacia 1926, se vislumbra un ligero crecimiento de la economía, que llegó aparejado de importantes logros en salud, educación, vivienda.

El reportero Vallejo pulsa la vida sencilla y cotidiana de la gente común y corriente. La revolución le da respuestas categóricas a las preguntas que se ha hecho siempre: las desgracias de los pueblos y de los trabajadores no tienen causas celestiales, tienen causas estructurales, históricas y políticas.

La construcción del orden socialista es un desafío; tiene que hacer frente a fuerzas oscurantistas y retrógradas que tratan de socavarlo y derrotarlo. Trabajar por el destino de la humanidad como opción de vida, desde la condición de poeta o de artista, lleva necesariamente a una toma de posición.

Así lo entiende Vallejo y está dispuesto a convertirse en un heraldo de lo que él considera la nueva anunciación.

Cuando regresa a París rompe con el APRA y se afirma en el socialismo. En el Perú el Amauta José Carlos Mariátegui tiene un propósito declarado: “contribuir a la creación del socialismo peruano”. Con esa finalidad ha fundado en octubre de 1928 el Partido de los comunistas. Vallejo forma en París – ateniéndose a la cultura organizacional de los marxistas - la primera célula peruana en París.

Desde entonces, Vallejo va a ser doblemente golpeado y excluido por el poder, ya no sólo por su condición de poeta rebelde, sino por ser un militante revolucionario y, por eso mismo, objeto de sospecha, víctima de hostigamiento y seguimiento. No se doblega. Continúa fiel a su causa, dispuesto a beber los cálices amargos, y no desviarse en lo más mínimo de esa causa.
Escribe su ensayo “El Arte y la Revolución” y la obra de teatro “Moscú contra Moscú”, nombre que después cambia por el de “Entre dos orillas corre el río”.

En 1930 vuelve a la URSS como invitado de los escritores soviéticos, asiste al Congreso de Escritores Solidarios con la Unión Soviética. Tiene la oportunidad de alternar con los trabajadores de la cultura, con la gente sencilla del pueblo; pulsa la política economía; los nuevos hábitos; la situación de las clases sociales; los placeres. En suma, habla no sólo de la ciudad, sino sobretodo reflexiona sobre lo que él llamó la sociedad del porvenir.

El 2 de Diciembre de 1930. Vallejo retorna a Francia, pero es expulsado por el gobierno de Tardieu (1876 – 1945). La sociedad cuna de los derechos universales del hombre y el ciudadano, de la libertad, igualdad y fraternidad, le cierra sus puertas en razón de su militancia política e ideológica, y es que ser marxista es ser también un anticolonialista consecuente y eso para la autoridad francesa era una herejía.


30 de diciembre de 1930 Vallejo va a España. Se afilia al Partido Comunista. Hace amistad con Rafael Alberti, poeta (1902 – 1999), Miguel de Unamuno, ensayista (1864 – 1936) Pedro Salinas, poeta (1892 – 1951), Federico García Lorca, poeta (1898 – 1936).

1931 se proclama en un ambiente de júbilo la República.

Publica su novela “El Tungsteno” y su ensayo “Rusia en 1931”.

César Vallejo había vivido un tiempo con el proletariado minero en los socavones del norte del Perú, en las minas del departamento de La Libertad. Sus recuerdos le dan los elementos básicos para escribir una novela cuyo nervio argumental es vigente a la realidad actual: abuso, represión, violación de derechos humanos.

En la historia de la literatura peruana esta obra es la concreción inicial de la novela social realista, mérito que comparte con “El Retoño”, la olvidada obra del escritor obrero Julián Huanay, donde se expresan las contradicciones existentes en la sociedad peruana.

El 11 de Febrero Vallejo regresa clandestinamente a Francia. Será la última etapa de su vida. Según Georgette, los Poemas Humanos y Poemas en prosa , publicado bajo su dirección después de la muerte de Vallejo, nacen en la URSS y en París.

En Francia vive de manera ilegal y con todas las privaciones inimaginables. El sistema lo golpea “duro con un palo y duro también con una soga”, era el precio que tiene que pagar por no haberse encapsulado en ninguna “torre de marfil”.

Vivir en esas condiciones significaba exponer el pellejo y cualquier mortal habría evitado el peligro, pero no Vallejo, que no es cualquier mortal, sino ser íntegro, ético y heroico; de modo que cuando en Francia los sectores más retrógrados empiezan a dar sus zarpazos contra los sectores populares y la izquierda, el poeta “asiste a las más peligrosas manifestaciones de aquella época contra las cruces de fuego (Partido de ultraderecha) con el riesgo de una nueva expulsión (...) o de su muerte por las balas fascistas en la Plaza de la Concordia” (Allá ellos… Georgette de Vallejo)

Han transcurrido casi cerca de veinte años desde que escribió:
“hay golpes en la vida tan fuertes... yo no sé”.
Ahora confiesa que:
“desgraciadamente, el dolor crece en el mundo a cada rato”.



¿Dónde está la diferencia?

Ahora sabe que el dolor tiene una causa natural, tiene su origen en el estado de cosas que ha creado el sistema y que comparativamente “dada su intensidad” no tiene antecedentes con otros periodos históricos.
La salud, igual de la educación, son derechos fundamentales de la persona. Es deber de quienes dirigen la sociedad garantizar su vigencia; sin embargo, en los hechos concretos, más allá de las declaraciones y las buenas intenciones, un sistema que polariza y discrimina, los elude y violenta.


Los privilegiados que se fueron apoderando de los recursos y los bienes del mundo, tienen todas las oportunidades para acceder a una buena salud y una educación de calidad; en el otro extremo, los excluidos, los que tienen carencias, los que son vulnerables, viven condenados a los flagelos de la morbo mortalidad y cuando logran vivir se les condena a la ignorancia.
En la parte superior de la pirámide el pequeño grupo, que se ha aupado sobre la masa. En la base de la pirámide, el pueblo estoico. Esa es la ubicación de clases sociales antagónicas, que hace exclamar a Vallejo:

“Jamás, señor ministro de salud, fue la salud más mortal”.




Emplaza a la autoridad del sector de una manera firme, y es que moralmente Vallejo es superior y, además, conciente que se ha convertido en un poeta trascendente:



Señor Ministro de Salud: qué hacer?
Ah!, desgraciadamente, hombres humanos,
Hay, hermanos, muchísimo que hacer.

(Los Nueve Monstruos, fragmento de Poemas Humanos)


Vallejo es actual. Se universaliza por su esencia humanista y por su convicción revolucionaria y solidaria. Nos congrega a la acción en una obra que no se queda en la protesta panfletaria, sino que con su intensidad y con su voz nos hace hermanos de los que sufren y camaradas de los que luchan.

Vallejo es un poeta profundamente comprometido con el pueblo, metido hasta los huesos con el diario vivir - sufrir de la humanidad. Por eso es que trasciende. Finalmente el eje de su pensamiento marxista es el hombre. El hombre que ya no se duele de las desgracias, que lucha por un mundo mejor.

Vallejo es un poeta que escribe con el pecho herido y el “pómulo morado” y a pesar de todo no deja que la muerte se apodere de lo sueños y por eso su llamado a enfrentar la injusticia.

Su poesía se ha convertido en exhorto, en proclama, en llamamiento a la acción.

Porque llama a la acción a la humanidad progresista, sabe que los enemigos jurados de la justicia social van a tratar de levantar barricadas para atar sus sueños. La cárcel y la persecución son posibles, “un accidente de trabajo” dirìa, sereno, el Amauta José Carlos Mariátegui, y Vallejo intenso y adusto dirá:



“El momento más grave de mi vida fue mi prisión en una cárcel del Perú”



Sin embargo, esa experiencia con la que los sectores del poder suelen probar a quienes osan enfrentarlos, no lo anula ni lo hace timorato; al contrario, lo afirma en sus convicciones, a sabiendas que ello significa exclusión y privaciones. A pesar de todo, no se queja ni lamenta. Su temple y su convicción doctrinaria lo llevan a afirmar su adhesión a un nuevo orden. No solo en términos ideológicos o doctrinarios, sino éticos y morales.

A la vez que ea universal es del Perú. Por eso habla de los mineros del mundo, de los hambrientos, de la esperanza, del día que vendrá, y todo su anunciación la hace desde ese pensamiento de marxista andino, que en Europa se convierte en poeta universal, anticipándose a lo que hoy algunos llaman la globalización.


“¡ Sierra de mi Perú, Perú del mundo,
y Perú al pie del orbe; yo me adhiero!”

¿No es este un llamado a la globalización de la fraternidad y de la solidaridad desde el Perú de Vallejo?


julioyovera@gmail.com

lunes, 18 de mayo de 2009

La amazonía amenazada


Por Julio Yovera B.


Según Betty Meggers (citado por Alberto Chiriff y Carlos Mora, La amazonía peruana, pp. 219), el hombre de la amazonía tendría una residencia en este parte de nuestra patria de no menos de doce mil años; lamentablemente no hay vestigios de ello porque, a diferencia de los pueblos andinos que utilizaron la piedra que dura y perdura, los hombres de la verdura inmensa utilizaron los tallos, las hojas, las raíces, la madera como armas, vivienda, utensilios domésticos, artesanía, que son altamente biodegradables.

Por sus características geoecológicas la amazonía es diversa, el hombre que se asentó en esta zona, por siglos, ha permanecido desconectado de la llamada “civilización” y si se mostró desconfiado fue porque cuando la gente del mundo del poder, desde los tiempos de la cultura quechua, ingresó a sus tierras lo hizo no solo para explorar sino para explotar y arrasar con la vida de especies animales, vegetales y del mismo hombre.

Sin embargo, el poblador amazónico fue capaz de resistir y hasta vencer. La inteligencia de un gran estadista inca como Pachacutec lo llevó a renunciar de todo intento de someter a las comunidades nativas cuando su ejército sufrió el acoso guerrillero de las tribus.

Una y otra vez fueron derrotados los españoles que en la búsqueda de la magia de El Dorado (ríos y ciudades de oro y plata) encontraron la muerte como premio a su voracidad sin límites. A partir de 1630, una nueva forma de expedición incursionó con cierto éxito: las misiones jesuitas, que introdujeron una religión y una concepción doctrinaria y también una forma de vida. Por extensión, las poblaciones acogidas terminaron evangelizadas y domesticadas.

Esa es la historia. El topo de la lucha social en el Perú no sólo fue de clases, sino también de poblaciones, etnias, culturas y nacionalidades. En esta vasta complejidad, los amazónicos han afirmado sentido de independencia y dignidad que el poder no está en capacidad de entender. No ha hecho aún una lectura que recoja la importancia que tiene el respeto a la dignidad y la vida de los pueblos.

No se entiende que frente a la violencia impuesta por los grupos de poder surge la ira de los pueblos que saben por dolorosa experiencia que si no organizan su resistencia corren el peligro de perecer. Así lo corroboran, en distintos periodos, los vastos movimientos de resistencia amazónica.

Los modelos fundamentalistas y excluyentes tienen la característica de tensar las contradicciones sociales, porque mientras el poder arremete contra los pueblos y los condena a la condición de parias en su propia tierra, otorga excesivas bondades y beneficios al llamado inversionista. Los beneficios del capital son perjuicios para el pueblo y para la vida en general.

Hacen bien las comunidades en demandar, en luchar y protestar, en reclamar y exigir, porque saben por experiencia histórica que cuando los grupos de poder enfilan con representantes del orden, del orden que impone el modelo neoliberal en este periodo y el sistema capitalista en esta etapa, no es porque quieren persuadir ni dialogar, sino porque por medios violentos, abriendo trochas sobre los pueblos, quieren apoderarse del patrimonio de todos los peruanos.

El presidente García tiene razón cuando dice: “la amazonía es de todos los peruanos”. Sí, estamos de acuerdo. No es de los fantasmas de Soros, de los testaferros chilenos, de banqueros mafiosos o de algún capitalista apátrida.

Sí, la amazonía es de todos los peruanos. Somos los legítimos propietarios de los ríos, de los bosques, de toda la flora y la fauna, del suelo y del subsuelo. Nuestros hermanos amazónicos cuidan esta parte del país en nombre de todos nosotros.

Lo que le suceda a ellos nos involucra directamente. Por eso nuestra solidaridad y nuestra condena a un Gobierno que se comporta con la misma vocación servil de los Leguía, los Prado y los Odría. Entreguistas de todos los pasados imperfectos.

Vistas así las cosas, los García y los Simon sólo son dos piezas de ajedrez del mismo viejo equipo del sistema capitalista y del modelo, el primero con los mismos rostros de Jano, el segundo con más de cinco caras y el mismo oportunismo (entusiasta gremialista de izquierda, confeso diputado del bloque duro de la izquierda, solícito barrantista, dogmático emerretista, arrepentido por conveniencia y hoy calculoso neoliberal seudo aprista).

En perspectiva, el pueblo debe articular una propuesta de masas, con líderes reconocidos, identificados con los intereses del país, éticos y transparentes. El pueblo puede y debe hacerlo. No necesita de agiotistas ni usureros de la política.

domingo, 17 de mayo de 2009

Homenaje a Mario Benedetti




Mario Benedetti, el poeta siempre joven, cuyos versos espléndidos discurren como vientos de primavera y contagian amor y rebeldía el alma de los hombres, acaba de morir.

Era previsible su muerte física, aun cuando con sus 88 años no abandonó nunca su condición de combatiente cotidiano de la humanidad en lucha contra el oscurantismo capitalista.

Incansable. Fecundo. Amoroso. Revolucionario. Antiimperialista. Todos los reconocimientos quedan cortos cuando se trata de Benedetti, el hombre que sembró, en plena ofensiva neoliberal, la semilla del socialismo solidario.

A continuación, a modo de homenaje, publicamos dos poemas de Benedetti y bien vale la pena decirle: "Maestro, se queda con nosotros" y es que: "cuando un poeta del pueblo muere, nunca muere". Julio Yovera.



¿Qué le queda a los jóvenes?


¿Qué les queda por probar a los jóvenes


en este mundo de paciencia y asco?


¿sólo grafitti? ¿rock? ¿escepticismo?


también les queda no decir amén


no dejar que les maten el amor


recuperar el habla y la utopía


ser jóvenes sin prisa y con memoria


situarse en una historia que es la suya


no convertirse en viejos prematuros


¿qué les queda por probar a los jóvenes


en este mundo de rutina y ruina?


¿cocaína? ¿cerveza? ¿barras bravas?


les queda respirar


abrir los ojos


descubrir las raíces del horror


inventar paz así sea a ponchazos


entenderse con la naturaleza


y con la lluvia y los relámpagos


y con el sentimiento y con la muerte


esa loca de atar y desatar


¿qué les queda por probar a los jóvenes


en este mundo de consumo y humo?


¿vértigo? ¿asaltos? ¿discotecas?


también les queda discutir con dios


tanto si existe como si no existe


tender manos que ayudan


abrir puertas


entre el corazón propio y el ajeno


sobre todo les queda hacer futuro


a pesar de los ruines de pasado


y los sabios granujas del presente.








Todo verdor


Todo verdor perecerá


dijo la voz de la escritura


como siempre


implacable



pero también es cierto


que cualquier verdor nuevo


no podría existir


si no hubiera cumplido su ciclo


el verdor perecido



de ahí que nuestro verdor


esa conjunción un poco extraña


de tu primavera


y de mi otoño


seguramente repercute en otros


enseña a otros


ayuda a que otros


rescaten su verdor



por eso


aunque las escrituras


no lo digan


todo verdor


renacerá.

lunes, 11 de mayo de 2009

Javier Heraud: la pureza del poeta y la consecuencia del guerrillero



Por Julio Yovera.

El 15 de mayo de 1963, en las aguas del río Puerto Maldonado, “entre pájaros y árboles” y en una canoa a la deriva, Javier Heraud Pérez, joven poeta de 21 años, caía abatido por las fuerzas gendarmes del sistema y de los grupos de poder.

Heraud era uno de aquellos jóvenes cultivados de la clase media, identificado con los pobres, que en contraste con una “patria hermosa como una espada en el aire” vivían en un orden injusto que el poeta pretendía contribuir a cambiar por otro que les diera justicia, libertad auténtica y progreso.

Con ese ideal cultivó su espíritu y se supo río tierno y fuerte.

Por entonces no había neoliberalismo pero, igual que ahora, el país estaba polarizado: de un lado, los que se hastiaban de abundancia y, de otro, los que todo les faltaba. El poder gamonal, los terratenientes, habían convertido a los campesinos en siervos hambrientos, sin posibilidades de salud, de educación, de vivienda digna.

La época de Javier Heraud fue la época de la lucha campesina por la tierra, de los levantamientos anti feudales y de los movimientos obreros y estudiantiles, y fue la época de la represión y de los golpes militares.

Pero, la época de Heraud, fue también de los movimientos guerrilleros que aparecieron después del triunfo de la revolución cubana en casi toda América cobriza. Después de este hecho, la esperanza se viste de coraje guerrillero y los poetas revolucionarios deciden “acompañar a la patria a caminar, a beber los cálices amargos”, y con tal de que ella no pierda sus encantos y sus ojos; estaban dispuestos a quedarse ciegos. ¡Nunca la poesía fue más pura y más comprometida!


La vida de jóvenes poetas como Javier Heraud, Edgardo Tello (peruanos), Otto René Castillo (guatemalteco), Roque Daltón (salvadoreño) tiene mucho de romántico, porque además de dar su vida dieron su poesía hecha de amor, de belleza y de compromiso.

Los poeta guerrilleros estaban convencidos que sin sacrificio no habría camino para liberar la patria del reino del oscurantismo y la injusticia.

En ese sentido, la pureza de cada uno de ellos resulta siendo un tesoro invalorable, sobretodo ahora que se requiere de una izquierda que fusione la política – como lo postulaba Mariátegui – a la filosofía y la ética, y viceversa.

Los ideales y su convicción llevaron a Heraud a la certeza de subir al monte para poder encender las fogatas de la rebeldía. Así lo hizo.

Dejó la isla del apóstol José Martí (a donde había ido a estudiar cine) e intentando ingresar al país desde Bolivia fue baleado junto a sus compañeros. Se había hecho militante y guerrillero del Frente de Liberación Nacional.

A pesar de los pocos años que tuvo de vida dejó una obra poética extraordinaria. Su talento y calidad como poeta no deja la más mínima duda.

La crítica lo reconoció como el más representativo de su generación, junto con César Calvo. Ambos constituyen las voces más cristalinas y límpidas de la poesía peruana post vallejiana.

Bajo el seudónimo de Antonio Machado, que no es un alias como dicen los perversos sino la práctica de una tradición y una cultura de la rebeldía, Heraud escribe con su vida el poema más hermoso que lo convierte en un guerrillero inmortalmente joven, que sigue juzgando al sistema y, por eso mismo, el poder quisiera que el olvido fuera un viento que se lleve su ejemplo y su poesía.

No será posible porque Javier Heraud Pérez ha vencido a la muerte.

El río de Heraud es uno de los pocos que se conserva limpio y es que el poder corrupto no ha podido enturbiarlo ni contaminarlo.


julioyovera@gmail.com










Poemas de Javier Heraud

Yo nunca me río
de la muerte.
Simplemente
sucede que
no tengo
miedo
de
morir
entre
pájaros y árboles



El Río
1

Yo soy un río,

voy bajando por

as piedras anchas,

voy bajando por

las rocas duras,

por el sendero

dibujado por el viento.


Hay árboles a mi

alrededor sombreados

por la lluvia.


Yo soy un río,

bajo cada vez más

furiosamente,

más violentamente

bajo

cada vez que un

puente me refleja

en sus arcos.



2
Yo soy un río

un río

un río

cristalino en la

mañana.

A veces soy

tierno y

bondadoso.


Me

deslizo suavemente

por los valles fértiles,

doy de beber miles de veces

al ganado,

a la gente dócil.


Los niños se me acercan de

día,

y

de noche trémulos amantes

apoyan sus ojos en los míos,

y hunden sus brazos

en la oscura claridad

de mis aguas fantasmales.


3
Yo soy el río.

Pero a veces soy

bravo

y

fuerte

pero a veces

no respeto ni a

la vida ni a la

muerte.


domingo, 10 de mayo de 2009

Pronunciamiento de los Obispos de la Amazonía

Ante el Paro de las Comunidades Nativas

Como Pastores de las comunidades católicas en la Amazonía queremos dirigirnos a la opinión pública para expresar nuestra posición ante el paro de las comunidades nativas.

1. La región amazónica es rica en culturas milenarias y en biodiversidad. Ella es fuente de vida y esperanza para la humanidad. Por eso la consideramos uno de los mejores regalos de Dios porque el Perú es uno de los ocho países mega-diversos del planeta. La Amazonía tiene 31 de las 114 zonas de vida o ecosistemas mundiales, 95 % de los bosques del País y un importante potencial de recurso hídrico e hidroenergético. Este hecho nos exige a todos los peruanos y peruanas la responsabilidad de “cultivar la tierra y cuidarla” (Gen. 2) para bien nuestro y de las generaciones futuras.

2. Por eso como anunciadores “de la vida, queremos insistir que, en las intervenciones sobre los recursos naturales, no predominen los intereses de grupos que arrasan irracionalmente las fuentes de la vida, en perjuicio de naciones enteras y de la propia humanidad” (DA 471).

3. Desde esta perspectiva constatamos cómo, en nombre de un sesgado concepto de desarrollo, el Estado permite la deforestación de grandes extensiones de bosques primarios a favor de empresas nacionales y transnacionales para la inversión en plantaciones aceiteras, caña de azúcar y otros.

4. Para nadie es desconocida la contaminación de los ríos con el plomo y otros metales pesados como efecto de una actividad minera (formal e informal) y la extracción de petróleo, de manera irresponsable. Somos testigos, además, de la tala indiscriminada de la madera sin ningún tipo de control.

5. Podemos afirmar que no se atiende el clamor de las poblaciones indígenas y ribereñas que desean un desarrollo integral, desconociendo el Estado el uso y ocupación de esas tierras por generaciones. En la práctica no se ha tomado en cuenta el derecho de los pueblos amazónicos a ser escuchados, como lo indica la Constitución Política del Estado y el Informe de la Comisión de Expertos de Aplicación de Convenios de la OIT , publicado en febrero del 2009. En dicho Informe se insta al Gobierno Peruano a avanzar de inmediato en el diseño de mecanismos apropiados de participación de los pueblos indígenas y lo exhorta a consultarles antes de la adopción de medidas que los afecten directa o indirectamente.

6. Debemos expresar que “ la Iglesia … valora especialmente a los indígenas por su respeto a la naturaleza y el amor a la madre tierra como fuente de alimento, casa común y altar del compartir humano” (DA 472).

7. Acontecimientos como el que estamos viviendo actualmente en la amazonía nos expresan la pretensión de disponer, de manera inhumana y cruel, de las posesiones de las poblaciones ribereñas y amazónicas por no tener, en su propio País, el amparo legal necesario para defender sus justos reclamos. De esta manera se les condena al desarraigo de sus tierras y a ser asalariados en la siembra de la caña de azúcar, la palma aceitera y en las explotaciones mineras y de hidrocarburos.

8. Las normas legales que el Estado ha promulgado en el 2008 (especialmente dos Leyes y siete Decretos Legislativos) no aportan al desarrollo integral de la población amazónica. Por el contrario surgen serias amenazas de mayor pobreza en la región.

9. No queremos violencia. Nos gustaría no apoyar el paro actual. Pero nos da la impresión de que el gobierno y el Congreso no muestran la intención de dialogar y buscar soluciones. Y así comprendemos la desesperación de las poblaciones indígenas y la creencia cada vez más extendida de que se compra a algunos de sus líderes para provocar la desunión y hacer ineficaces sus justos reclamos. Esta desesperación y desunión hace que en su necesidad de ser escuchados acepten el apoyo de algunas asociaciones y grupos politizados que aprovechan la oportunidad para presentar otras peticiones o reclamos que de ninguna manera nosotros apoyamos.

10. Ante este delicado panorama invocamos al Señor Presidente Constitucional de la República , la derogatoria de dichos dispositivos legales y contribuya a la reformulación de su contenido con la participación de las poblaciones indígenas. Así mismo invocamos a estas poblaciones amazónicas y a sus líderes a unirse para buscar juntos el Bien Común.

Consideramos necesaria una Mesa de auténtico Diálogo conformada por todos los actores sociales para la solución pacífica y armoniosa del conflicto creado. A manera de conclusión, reafirmamos con los Obispos de América Latina, la necesidad de “buscar un modelo de desarrollo alternativo, integral y solidario, basado en una ética que incluya la responsabilidad por una auténtica ecología humana y natural, que se fundamente en el Evangelio de la justicia, la solidaridad y en el destino universal de los bienes…” (DA 474c). 5 de mayo del 2009

Mons. José Luis Astigarraga, C.P. Mons. Alberto Campos, O.F.M.
Obispo del Vicariato de Yurimaguas Obispo del Vicariato de San José de Amazonas
Mons. Santiago García de la Rasilla , S..J. Mons. Gerardo Zerdin, O.F.M.
Obispo del Vicariato de Jaén Obispo del Vicariato de San Ramón
Mons. Gaetano Galbusera, S.D.B. Mons. Francisco González, O.P.
Obispo del Vicariato de Pucallpa Obispo del Vicariato de Puerto Maldonado Mons. Julián García, O.S.A. Mons. Juan Tomás Oliver, O.F.M.
Obispo del Vicariato de Iquitos Obispo del Vicariato de Requena

martes, 5 de mayo de 2009

La Abuela


(con motivo del Día de la Madre)

Por: Julio Yovera B.


La abuela
Gustaba beber chicha
Por darse ese gusto
Era capaz
De atravesar desiertos,
Con su alforja a cuestas
En busca de una buena marca.

La abuela
Era una indígena de pies descalzos,
Solemne su mirar,
Duros sus gestos,
Pero capaz de echarse al baile marinera
Con una gracia peculiar.

La abuela
Era maciza como el zapotal,
Voz sonora de mar,
Porte de paja totoral.

Un día
La abuela tuvo
Un accidente lamentable
Y no pudo más caminar.

Su cuerpo inerte llegó
A ser parte de la casa.
Conciente de su fin,
Sin lloros ni lamentos,
Preparó con esmero
La gran marcha.
Ahora mora
En el vientre
De la madre tierra
Como ella lo quería.
Y aunque sé que su viaje
Ya no tiene retorno,
Quisiera verla
Reposando bajo las ramas
Verdes de aquel viejo algarrobo
De la infancia.
O caminando
Con su alforja a cuestas
En medio del desierto,
Como antaño.

Más es inútil
La abuela ya no está...

domingo, 26 de abril de 2009

CAVERNARIOS "PREOCUPADOS" POR LA ESCRITURA

Por Julio Yovera


La campaña agita los ánimos. De un lado, la mediocre cofradía de conservadores advierten que la representación política del Perú andino y nativo es inculta y torpe. De otro, se expresa una justa indignación contra el regente de un periodicucho que usa igual que el pandillero a su chaira.

Pero, aclaremos, el regente que ha hecho del periodismo el más vil de los oficios y de las profesiones, no es más que un instrumento del poder; el pobre diablo que la derecha necesita, el fronterizo que no tiene conciencia de qué está diciendo ni haciendo.

Las clases dominantes del Perú blanden su xenofobia cuando se trata de las culturas ancestrales andinas. La agresión de los españoles, por ejemplo, fue traumática y les produjo a nuestros antepasados lesiones culturales y psíquicas. ¿Acaso no los consideró el señor Sepúlveda criaturas demoníacas?

Las manifestaciones culturales de los pueblos andinos fueron duramente reprimidas. ¿Acaso no fue perseguido el saber ancestral?, ¿acaso no fue satanizado el conocimiento deductivo, validado por la experiencia de miles de años?, ¿acaso no fueron marcados a sangre y fuego sus cultos?, ¿no escondieron durante 3 siglos las crónicas de Felipe Huamán (o Guamán) Poma de Ayala?

Después de la derrota del movimiento de Tupac Amaru II, ¿no prohibieron acaso los Comentarios del cronista mestizo Garcilaso de la Vega?

Ya en plena República, ¿no impuso la clase dominante una norma electoral que establecía que todos los vecinos podían elegir a las autoridades, menos los indios y los negros?

¿No dijo en 1905 el señor Jorge Polar, a la sazón ministro de educación, que a los maestros rurales había que darles poca ciencia y mucha paciencia para educar a una pobre raza desdichada e infortunada?

Entonces, el pobre diablo no es más que un eslabón de la larga cadena de xenófobos que sienten cólera, odio y temor al mismo tiempo por el pueblo andino; y por eso también desconfiaron de los que no siendo étnicamente andinos asumieron los valores y la defensa de los intereses de los pueblos originarios del Perú.

El desprecio de los pobres diablos no debe disminuir en absoluto la estima de la gente como la señora Hilaria Supa. Que sepa ella que en la novela de José María Arguedas, Todas las sangres, un nativo de nombre Rendón Huillka, es despellejado por los hacendados cuando después de mil maniobras se mantiene inmutable en su decisión de permanecer en la escuela y aprender; sin importarle que la B él la pronuncie “bi” y convencido que por ese camino se aproximaba a la libertad.

Los pobres diablos, el Cristo de los humildes le llamaría raza de víboras, se rasgan las vestiduras porque hay una mujer que siendo semi iletrada, que habiendo trabajado de doméstica ahora sea congresista. Eso no es delito.

Delito es que los gobiernos de turno les negaran a los marginados el derecho a la educación. Hoy, en plena post modernidad, el 12% de la población aún es analfabeta. La mayoría son mujeres y viven en los Andes.

Los chillidos de la derecha no tienen por qué desalentarlos. El gran poeta comunista alemán Betolt Brecht decía en su Loa al estudio lo siguiente:


¡Estudia lo elemental! Para aquellos
cuya hora ha llegado
no es nunca demasiado tarde.
¡Estudia el «abc»! No basta, pero
estúdialo, ¡No te canses!
¡Empieza! ¡Tú tienes que saberlo todo!
Estás llamado a ser un dirigente
¡Estudia, hombre en el asilo!
¡Estudia, hombre en la cárcel!
¡Estudia, mujer en la cocina!
¡Estudia, sexagenario!
Estás llamado a ser un dirigente.
¡Asiste a la escuela, desamparado!
¡Persigue el saber, muerto de frío!
¡Empuña el libro, hambriento! ¡Es un arma!
Estás llamado a ser un dirigente.
¡No temas preguntar, compañero!
¡No te dejes convencer!
¡Compruébalo tú mismo!
Lo que no sabes por ti,
No lo sabes
Repasa la cuenta,
Tu tienes que pagarla.
Apunta con tu dedo a cada cosa
Y pregunta: «Y esto, ¿de qué?»
Estás llamado a ser un dirigente.

Cuando la masa adquiera conciencia de su destino histórico, cuando se dé curso a un orden justo, los peruanos nos reconoceremos una colectividad única, plural, diversa, y sin el menor atisbo de intolerancia.

Entretanto, que el pobre diablo siga chillando…

Bienvenidos...

Somos los chilalos, nietos de Mec non, hijos del algarrobo y de la arcilla, hermanos de Cutivalú, el rebelde que se enfrentó a los españoles en las primeras noches del colonialismo. Somos los comuneros alados de Catacaos, capital de los tallanes.

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De tallanes y algarrobos

De tallanes y algarrobos
"Los chilalos picotean la luna desde la rama de los árboles (Testimonio para Micaela)

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Nació en Ccatacaos, distrito del departamento de Piura que en el periodo prehispánico fue capital de la cultura Tallán. Estudió Licenciatura y Maestría en Educación en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Es autor de: Pedagogía Popular en la Escuela; Horacio, Maestro y Líder; Testimonio para Micaela (poesía), Canciones de la Lluvia (poesía), Víctor Pablo Salvador (poesía); Educación en Valores (varios autores); Julio C.Tello, maestro (varios autores); Detrás de la Crisis de la Educación (debate). Ejerce la docencia universitaria.